Los barrios de emergencia del posterremoto de 1944 en San Juan

Los barrios de emergencia del posterremoto de 1944 en San Juan
El terremoto destruyó el 90% de las viviendas de la provincia.

Las ciudades nos permiten comprender gran parte de su historia a partir de su materialidad, de los elementos que emergen en su paisaje, del trazado de sus calles, de sus edificios emblemáticos… Sin embargo existen sucesos cuyas huellas son borradas por el tiempo, pero que resultan significativos en la comprensión de los devenires urbanos.

Este es el caso de los barrios provisionales de la ciudad de San Juan, conformados por viviendas de emergencia, que surgieron luego del terremoto que azotó la ciudad capital y alrededores el 15 de enero de 1944.

Este sismo tuvo como consecuencia trágica la muerte de diez mil personas y la destrucción del 90% de la ciudad de San Juan con su respectivo parque habitacional.

La tragedia movilizó al país en una cruzada en que el Estado nacional, por medio del Ministerio de Obras Públicas, tuvo especial injerencia. En el lapso de 3 meses, antes que llegaran los primeros fríos, se construyó una ciudad provisional para dar albergue a la población sin techo.

Para lograr este desafío, se ensayaron diferentes soluciones, lo que implicó un despliegue humano y técnico inédito en la historia argentina. Para la construcción de viviendas, se optó por el empleo de materiales livianos, que eran transportables y aceleraban el proceso de construcción. Una de las tipologías adoptadas fue la de las “casillas” de ondalit, que eran estructuras montadas sobre un zócalo de ladrillo o adobe y paredes y techo de fibrocemento. Poseían entre 1 y 3 habitaciones, unas contaban con baños propios y otras no, lo que llevó a construir servicios sanitarios comunes, que eran compartidos por distintas manzanas de viviendas. De este tipo se concretaron más de mil, en catorce barrios.

Como lo evidencia la fotografía siguiente, su distribución era geométrica. Los más pequeños se ubicaron cerca de poblaciones existentes, que ya tenían escuelas y otros servicios, mientras que los más grandes fueron dotados de escuelas, salas de primeros auxilios e iglesias.

Vista aérea del Barrio Capitán Lazo y 4 de Junio. De 51 hectáreas, con 1493 viviendas. Fuente: Ministerio de Obras Públicas, 1944, p. s/p.

Como se observa en la imagen siguiente, las viviendas se encontraban muy cercanas, poseían una galería cubierta y su aspecto era despojado.

Dos vistas de las casillas de emergencia posterremoto. Fuente: La Acción, 28 de junio de 1944, p. s/p.

La madera fue otro material ampliamente utilizado, por ejemplo en cabañas pequeñas llamadas “tipo vialidad”, que habían sido diseñadas en los años 30 por empleados de esta repartición. De este tipo también se repartieron más de tres mil. En general estaban ubicadas en los lotes de los propietarios, cuyas viviendas habían sido afectadas por el sismo. Medían 3, 40x 3,60 m. y tenían techumbre a dos aguas. Contaban con 12 paneles numerados que debían ser abulonados entre sí. El personal entrenado podía armarla en 30 minutos, no requerían un transporte muy sofisticado ni un gran número de operarios para levantarlas.

Vista de viviendas “tipo vialidad”. La acción, 28 de octubre 1944, p. 7

Además de las viviendas estatales, se estimuló a quienes tuvieran materiales y terrenos a la reconstrucción de sus casas. Este asunto trajo aparejado que los habitantes actuaran por sus propios medios y sin supervisión, lo que desencadenó en construcciones inseguras que luego el mismo Estado inspeccionaba y ordenaba desalojar o modificar, causando malestar entre los/as pobladores/as.

Todas estas intervenciones dieron por resultado la constitución de una ciudad provisional situada fuera de las cuatro avenidas del casco urbano devastado. Este nuevo escenario habitacional complejo implicó la adaptación a condiciones diferentes a las habituales por parte de los pobladores. Muchos barrios tenían servicios sanitarios compartidos, las comodidades de las viviendas eran mínimas, el aislamiento térmico era insuficiente, los servicios de luz, agua y cloacas deficientes, no existían medianeras que separaran las unidades, no se conocía el vecindario, las distancia a lugares de trabajo y esparcimiento se modificaron.

Esta nueva situación, en muchos sentidos dramática, también despertó comentarios humorísticos y satíricos que eran una forma de procesar la nueva realidad. Así por ejemplo se aludía la disconformidad de la población en general diciendo: “El que solamente tiene una carpa, protesta porque el viento se cuela por todas partes y porque se inunda en cuanto caen cuatro gotas. El que tiene casilla, protesta porque en ella no caben tres roperos, los tres tocadores, el piano, la caja de fierro y las sillas del living” (Diario Tribuna, 2 de abril de 1944, p. 4)

Una de las observaciones recurrentes, que despertaba mayores comentarios jocosos, era la del tamaño reducido de las nuevas moradas. Era todo un desafío disponer el mobiliario de las viviendas tradicionales en los nuevos ambientes pequeños de las casillas o las cabañas. Esto queda explícito en la siguiente viñeta que muestra de manera magnificada la situación:

Ejemplo de humor gráfico con la temática de las casillas. Tribuna, 27 de abril de 1944, p. 4

A pesar de estas condiciones materiales adversas, los barrios tuvieron actividades sociales que, de a poco, cohesionaron y organizaron a los pobladores. Así se registran, por ejemplo, casamientos masivos, en que contraían matrimonio decenas de personas en las iglesias provisionales.

Casamiento masivo en el Barrio Capitán Lazo. Fuente: Tribuna 30 de abril de 1945, p. 4

También se crearon las comisiones cooperadoras compuestas de vecinos/as que, con el aval de los municipios, llevaban adelante trabajos pero cuya organización también tenía consecuencias en lo social ya que producían “… el mutuo acercamiento con fines superiores.” Esto impactaba en la buena convivencia y en la armonía.

Su inicial sentido provisorio fue transformándose con el paso de las décadas, las casillas fueron adjudicadas a sus propietarios/as, los lotes fueron ampliados y cerrados, se introdujeron paulatinamente mejoras en la infraestructura. El crecimiento urbano integró estos barrios a la trama y actualmente no quedan rastros de su presencia.

A pesar de su importancia numérica, de su trascendencia como herramienta para albergar a la población luego del desastre y de la implicancia técnica que significó la aplicación de la prefabricación y nuevos materiales, estas soluciones se han desdibujado en la ciudad moderna y su correlato histórico ha sufrido igual fortuna.

*La autora pertenece al grupo Historia y Conservación del Patrimonio/ INCIHUSA- CONICET

COMPARTIR NOTA