Las proyecciones sobre el impacto de la sequía empeoran en cada estimación y la presión sobre las reservas del Banco Central es cada vez mayor.
El miércoles, último día de operaciones financieras de esta semana, las reservas del Banco Central perforaron los U$S 33.000 millones y quedaron en U$S 32.963 millones, agravándose la situación a tal punto que ese mismo día se les comunicó a las empresas petroleras que no tendrán más dólares a cotización oficial, sector clave en la recomposición de la capacidad de la Argentina para generar divisas.
También sumó trabas para las operaciones con dólares en la Bolsa y el pago de fletes al exterior. A esto se agregó la persistente baja en el precio de la soja, que sepulta la idea del gobierno de amortiguar la caída de la producción con una suba de los precios.
Con este escenario, el ministro de Economía, Sergio Massa, viajará este domingo a China para encarar una serie de negociaciones que le permitan insuflar otra bocanada de oxígeno adicional ante el objetivo de llegar a las elecciones de agosto, pero lo que es un desafío aún mayor, financiar una transición ordenada hasta el 10 de diciembre.
Cuando Massa acompañó al presidente, Alberto Fernández, a Brasil en la visita de Estado, ambos volvieron con las manos vacías. El anfitrión, José Inacio “Lula” Da Silva, usó todo su histrionismo para reivindicar los lasos políticos entre ambos países pero no ofreció ni un solo dólar para auxiliar a sus necesitados amigos.
Con la moneda única en el terreno de las utopías, Fernández y Massa quisieron avanzar en la puesta en marcha de un mecanismo –similar al swap que actualmente hay con China- para que las importaciones desde Brasil no le insuman a la Argentina ni un solo “billete verde” de sus reservas.
En tono amable “Lula” Da Silva y su ministro de Economía, Fernando Haddad, explicaron que el resorte que deben activar para que un mecanismo así pueda aprobarse en Brasil no está en su tablero de control y que debían pasar, con casi nula chance de éxito, por el filtro del Congreso y del Banco Central.
Ante la imposibilidad de un tender una mano directa, “Lula” Da Silva compensó con dos acciones políticas. Por un lado ofreció interceder ante los BRICS para que Argentina pueda operar con el banco de ese grupo y por otro realizar una gestión ante el FMI. La segunda fue de tono diplomático y la llevó adelante el propio Haddad cuando días atrás le pidió a la secretaría del Tesoro de los Estados Unidos, Janet Yellen, que su país interceda ante el FMI para que se le quite el “cuchillo del cuello” a la Argentina.
Para la negociación con los BRICS, Massa fue invitado a participar de una reunión que se realizará el martes 30 y el miércoles 31 en Beijing.
BRICS es una asociación de países integrada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica que busca consolidar una posición alternativa a la hegemonía de los Estados Unidos.
Massa partirá hacia ese destino el domingo con un par de objetivos concretos: ampliar el swap vigente con China y que el banco de los BRICS modifique un artículo para que a través de esa institución pueda concretarse el comercio entre Argentina y Brasil sin usar dólares.
El swap con China es por un total de U$S 18.000 millones, de los cuáles actualmente se están utilizan U$S 5.000 millones. Argentina pretende habilitar un nuevo tramo por un monto similar. Pero esta operación no es gratuita ya que el costo financiero por cada préstamo que se aplica puede ser de hasta 9,5%.
Ante las urgencias que tiene la Argentina, la negociación que parece más a mano es la ampliación del swap ya que la discusión con el banco de BRICS y su implementación demandará varios meses.
De allí que estas reuniones resultan de un alto contenido geopolítico, dado que muestran a la Argentina coqueteando con los principales rivales de los Estados Unidos, sentada en una misma mesa con Rusia enfrentada con occidente por la invasión a Ucrania.
Desde el gobierno admiten esta situación, pero advierten que el tiempo se acaba y el Fondo Monetario Internacional (FMI) demora una respuesta sobre la readecuación de las metas del programa y en consecuencia urge la búsqueda de alternativas.
El FMI debiera liberar en las próximas dos semanas un pago de U$S 4.000 millones para calzar con los vencimientos de junio y julio, pero ante el incumplimiento de las pautas al primer trimestre no puede hacerlo a menos que se modifiquen los números.
La dinámica que tomó la situación con el correr de los días también pone un signo de interrogación sobre el supuesto pedido de la Argentina de que el organismo adelante parte de los U$S 6.000 millones que tiene programado desembolsar hasta fin de año.
Por la autorización que dio el Congreso Nacional ese dinero sólo podría ser utilizado para el pago de las obligaciones que tiene la Argentina con el FMI durante la última parte del año y no agregaría divisas para financiar las importaciones, que resulta el principal problema que enfrenta el país.