Cómo es la vida del doble de Luis Miguel

Cómo es la vida del doble de Luis Miguel
Guillermo Elías, el doble argentino de Luis Miguel.

Se llama Guillermo Elías y vendía toldos, pero un día algo cambió. La vida entre viajes e ilusiones ópticas.

Vendía toldos en la empresa familiar El Trébol, de Lanús, cuando empezaron los primeros chistes. Que tenía un aire a Luis Miguel, que podía ser un primo perdido... Guillermo Elías no sabía cómo sonaba SuaveLa chica del bikini azul, Será que no me amas... Lo suyo era el rock rabioso e intentar hacerse un lugar con su banda Leningrado.

Unos años después de sacarle chispas a la batería de aquel grupo que emulaba a Guns N’ Roses se unió a unos amigos mariachis y se puso a cantar rancheras. Un peluquero terminó por empujarlo al éxito: esculpió sus mechas a lo “Luismi” y ante el estupor de los demás sólo fue cuestión de independizarse musicalmente.

“Un día estaba en el boliche El Bosque, de Quilmes. Vino uno y me dijo: ‘vos tenés que estar ahí arriba haciendo un tributo a Luis Miguel’. Y me dejó pensando”, rebobina los orígenes de la aventura Elías, que prefiere omitir el dato de la edad.

El siguiente paso fue contratar a una productora y armar video con pantalla partida. “De un lado Luis Miguel y del otro, yo. Con ese material yo ofrecía mis servicios y además entrenaba horas para saber cómo moverme según sus movimientos y gestos”.

El mexicano iba por su tercer álbum de boleros cuando el negocio de ser mellizo empezó a prosperar. Guillermo tomó así un primer avión rumbo a una boda en Ushuaia y más tarde apareció un contrato para actuar en la Isla Margarita, en un casamiento en las playas venezolanas... Vendía ilusiones y la divertida empresa lo paseaba más allá del Conurbano.

Una publicidad de sopas en Chile, un representante en México que atiende sus asuntos, agenda atiborrada para cumpleaños de 15. Desde hace 25 años la Pyme marcha a paso firme, con sus lógicos altibajos y sus picos, como cuando se estrenó la serie biográfica de Netflix que resucitó la luismimanía.

Detrás del truco, del mago con acento “mexicanizado” incluido, está “Guille”, un simple vecino de Lanús mudado a Montegrande que jugaba al fútbol de 5 en El Porvenir, estudió control mental y que acepta trabajar en despedidas de soltera con una regla inquebrantable: “Apenas shows. Nada de cosas raras”.

Nunca habló con su imitado, pero sí se paró frente a él a dos metros, hace dos semanas, en el Movistar Arena, cuando “Luismi” quedó atónito al verse como en espejo. “Yo no quiero vivir la vida de Micky”, aclara. No hay rollos ni delirios de perfección. Lo suyo es una forma descontracturada de llevar el pan a casa y de guardar el “disfraz” a tiempo cuando se termina la fiesta...

-¿Cómo se hace para no enloquecer en este juego de ser él constantemente?

-Si me confundo, me fijo en la cuenta del banco. Al instante me doy cuenta de quién soy. Él se lleva los dólares, yo facturo en pesos.

-¿Te utilizó Luis Miguel para que seas su reemplazo en alguna oportunidad?

-(Se ríe) Nunca contestaría eso.

-¿Era Luis Miguel efectivamente el que cantó hace unos días en Argentina o se trataba de un impostor?

-No hay dudas. Era él y cantó él. No tiene reemplazo. Es una locura decir que no es él. Es un artista de primera línea, no un estafador. Su cambio de imagen se debe a que bajó mucho de peso. En Argentina se monta una mentira para hacer programas y circo.

El boxeador que colgó los guantes

Cuando el pequeño Luis Miguel de los dientes separados ya se abría camino en la Argentina entre brindis en Fechoría y shows en Feliz domingo y Sábados de la bondad, Guillermito cursaba el primario en el San Judas Tadeo y proyectaba su futuro como músico.

En una época fue boxeado amateur en Huracán, pero lo bajó del ring la conciencia de que uno de esos jab que recibía podían desfigurarlo. Hoy su cara es “lo que el martillo al carpintero”. Una “herramienta” que lo llevó hasta Milán, contratado por un magnate para un casamiento italiano.

Un metro setenta y seis (apenas dos centímetros menos que su imitado), un microtrasplante capilar, varias camas solares al año. El arduo plan para mantener el parecido incluye visitas periódicas al odontólogo para mantener blanquísima esa sonrisa clonada. ¿Quién dijo que rendir tributo al Rey Sol consistía en un simple regalo de la naturaleza? Guillermo acompaña atentamente los cambios físicos de LM, su peso, sus cortes de cabello, sus mutaciones.

Andrés Urrustarazu (alias Andrés Rey), el doble argentino de Saladillo, es el clon que se animó a hablar de “operativos distracción” para los que fue convocado en varias oportunidades por el entorno de Luis Miguel. Elías, en cambio, es “una tumba” que se cuida de no polemizar. No hace Playback. Su método es cantar sobre las pistas de Luis Miguel en vivo. “Él es tenor, yo tengo dos tonos más abajo, así que los altos se lo dejo a él”, aclara. “Hago un acompañamiento”.

“¿Bloopers en mi carrera? Recuerdo uno puntualmente hace como diez años. Me habían contratado unas maestras de escuela por el Día de la primavera. Pisé el primer escalón para despedirme y al bajar el segundo se me salió la rótula”, se agarra la cabeza. “Terminé en la ambulancia”.

Padre por dos, fan de Deep Purple, hincha de Boca Juniors, el nacido en el mismo barrio que Maradona sueña con manejar un Lamborghini y vivir en Miami. Maneja otra empresa más, además de la de la imitación: está a cargo de una firma de venta, alquiler y reparación de máquinas de café. Y de yapa, comercializa un vino propio, Mis romances, un Malbec de la bodega Labiano, de Mendoza.

-En tu página te presentás como “el mejor imitador de Luis Miguel”. ¿Qué te hace sostener eso?

-Sé que soy el mejor animador para una fiesta. Siempre que termina la fiesta la frase que recibo es: “la rompiste”. Hago bailar a cualquiera.

-¿Cuantos imitadores de él calculás que existen y cómo se llevan dentro de ese “gremio”? ¿Existe la competencia feroz?

-En Latinoamérica deben ser seis, pero yo soy el número uno. La verdad que yo no frecuento a los dobles de Luis Miguel. Sí a dobles de otros: trabajo en Canal 9, en Bendita, y ahí son amigos todos, el doble de Sandro con el de Charly García o Messi.

-Del 1 al 10 y con una mano en el corazón: ¿En cuánto te ves parecido?

-De perfil, un 9. De frente, un 7,50.

-Microtrasplante capilar, implantes dentales, bronceado. ¿Es doloroso construir a Luis Miguel?

-No, es placentero. Lo único malo es no tener libres los fines de semana.

-¿Pensás en el retiro de él y en el tuyo?

-El de él, ni él lo sabe. Creo que mientras la salud lo acompañe, va a seguir toda la vida. Y en cuanto a mí, no me puse plazos, si dejo de hacer esto no va a ser tan malo: voy a empezar a disfrutar de una fiesta como invitado.

-¿Nunca hubo problemas legales por la explotación de tu imagen ligada a él?

-No, de alguna forma tengo el aval de Luis Miguel. Yo encontré a su hermano Alejandro en un boliche en el DF. Primero estaba desconfiado, porque no me conocía. Le aclaré que yo jamás haría cosas como opinar de su madre. Después hasta me invitó a ir a unos pueblos de allá. Tengo entendido que Luis Miguel autorizó lo que hago, siempre que se aclare mi nombre, quién soy.

-¿Qué le dirías a Luis Miguel de tenerlo enfrente?

-Que nunca le falté el respeto.

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