El miedo al sexo puede manifestarse de distintas maneras, y su orígen está vinculado tanto a hechos traumáticos como a creencias muy arraigadas. Cuáles son los síntomas y los tratamientos
Aunque la palabra “erotofobia” y su significado pueden resultar inverosímiles para una persona con una vida sexual plena, lo cierto es que no solo es un trastorno difícil de sobrellevar sino que también es mucho más frecuente de lo que se supone, independientemente de la edad.
Entre los jóvenes existe cierta presión -a veces autoimpuesta y otras por el entorno- a tener una vida sexual activa y abierta, lo que puede resultar contraproducente para muchas personas que aún no han tenido relaciones y pueden comenzar a sentir demasiada presión en torno al tema, lo que les podría impedir gestionar las emociones que el tema les genera.
En el caso de las personas adultas que mantienen relaciones pero que por algún motivo las rechazan o las evitan, los factores desencadenantes pueden ser múltiples.
Qué es la erotofobia
“Se trata de un rechazo continuado y persistente al contacto físico o a una situación no física que está relacionada con algún aspecto de la sexualidad, como el miedo a una conversación íntima, a estar a solas, a los besos o caricias o a que lo/la vean sin ropa, no solamente es el miedo a la penetración o a la falla eréctil o eyaculatoria”, explica la doctora Beatriz Literat, médica sexóloga clínica y ginecóloga del Departamento de Gineco-Sexo-Estética de Halitus Instituto Médico, en una entrevista.
“Generalmente este rechazo puede ir acompañado de una crisis de ansiedad con taquicardia, taquipnea (aceleración de la frecuencia respiratoria), sudoración en manos y pies y sensación de angustia”, sostuvo.
Irene Bedmar, psicóloga y sexóloga, afirma que suele acompañar a determinados perfiles de personalidad con tendencia a otros miedos, inseguridades o fobias en la mayoría de los casos. Según Bedmar, se puede hablar de tres perfiles diferentes entre los casos de erotofobia según el origen del miedo o del mal aprendizaje sexual: los más emocionales, los más cognitivos y los más fisiológicos.
En cualquier caso, afirma, es necesario diferenciar entre apatía o desgana -la falta de deseo sexual o la desmotivación por el sexo-, rechazo mental, y aversión o fobia, donde hablamos ya de un miedo incapacitante que impediría completamente disfrutar del sexo de forma satisfactoria.
Cuáles son las causas
Para que esta fobia aparezca debe haber un aprendizaje asociativo previo (es decir, asocial el sexo con algo sucio, impuro, pecaminoso o cualquier otra connotación negativa) o condicionamiento que ocurre cuando una persona experimenta un evento traumático relacionado con el sexo.
Las creencias irracionales y la mala educación sexual también pueden ser una causa. Incluso hay autores afirman que algunas personas son más propensas que otras a desarrollar este tipo de patologías debido a la genética.
Para Beatriz Literat, “es fundamental realizar un diagnóstico correcto del cuadro fóbico. Existen fobias no sexuales que están enmascaradas por síntomas relacionados a la sexualidad y pueden ser fobias, rechazos o evitación de situaciones concomitantes con la escena sexual, sin ser estrictamente sexuales”.
La erotofobia puede darse de manera progresiva si en el pasado de la persona, por ejemplo en la adolescencia, tuvo un aprendizaje escalonado con connotación negativa o, por el contrario, a raíz de un impacto directo y traumático a nivel sexual.
Es importante destacar que este impacto puede no ser algo grave pero sí que haya marcado emocionalmente al sujeto, como por ejemplo ser descubierto por los padres mientras tenía relaciones o la suma de relaciones sexuales insatisfactorias.
Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo, afirma que “las causas de la erotofobia son múltiples: educación restrictiva, creencias religiosas, normativas culturales rígidas, experiencias traumáticas, personalidad fóbica o temerosa, sentimientos de inferioridad, ansiedad social y miedo a la crítica externa. Las causas también pueden limitarse a la creencia de padecer algún problema físico, ejemplo: síndrome del pene pequeño, o a exacerbar un problema existente, ejemplo: sobrepeso, acné, psoriasis, hirsutismo (vello corporal en las mujeres); sudoración, ginecomastia (crecimiento de las mamas en el hombre), etc”.
Cómo se manifiesta y cuáles son los síntomas
Muchas veces el miedo a las relaciones sexuales no tiene que ver con la pareja, sino con el hecho de intimar. Se puede estar muy enamorado de alguien y aun así tener miedo a practicar sexo.
Este miedo puede manifestarse como incomodidad, temor o aburrimiento ante cualquier tipo de contacto físico, a la previa o al contacto en zonas específicas del cuerpo tanto propio como del otro.
Muchas personas terminan teniendo relaciones por obligación “para cumplir” con lo cual la sensación de incomodidad se agrava. “Ante cualquier disfunción sexual pueden existir rasgos o indicios de una fobia que puede instalarse cuando la disfunción persiste por mucho tiempo sin poder resolverse. Es el caso de algunas anorgasmias femeninas que se presentan como rechazo al contacto genital o evitación de cualquier tipo de contacto íntimo con el pretexto de falta de deseo sexual. En los varones, es frecuente el acortamiento de la etapa de excitación o juego previo, rechazando las caricias en el cuerpo como si les disgustara, por temor a perder la erección o a eyacular prematuramente”, añadió Literat.
Cómo superarlo
Para prevenir este miedo al sexo, Florencia Salort, médica ginecóloga, sexóloga y coordinadora de Extensión Universitaria del servicio de Ginecología del Instituto Universitario del Hospital Italiano, recomienda en primera instancia “reconocer que existe un problema y que este nos afecta la calidad de vida. Y por supuesto, hablar de nuestras creencias, nuestros mandatos, sentimientos y necesidades”.
En todo caso, es recomendable acudir a un profesional que nos ayude y supervise la terapia. “Es necesario hacer una evaluación exhaustiva para descartar las posibles causas y orientar el diagnóstico de la fobia específica. El abordaje tiene como objetivo la superación de los miedos y restablecer así la función sexual y la estima personal. Las técnicas cognitivo conductuales y los tratamientos sexológicos ayudan al sujeto a afrontar la situación temida y frenar así la restricción que se provoca en su vida de relación. En algunos casos se requiere medicación para bajar los altos niveles de ansiedad, sobre todo cuando aparecen ataques de pánico o conductas fuertemente aversivas”, concluyó Ghedin.
Otros tipos de fobias relacionadas al sexo
Coitofobia o genofobia: miedo a la penetración y específicamente al acto sexual. No hay problema con los preliminares y se disfruta de la intimidad, pero la persona se bloquea ante la idea de avanzar más allá físicamente.
Quiraptofobia: Miedo a ser tocado de manera generalizada, o en una parte específica del cuerpo, frecuentemente en alguna de las zonas eróticas, las cuales son por definición muy sensibles al tacto.
Gimnofobia: Miedo a la desnudez, a mostrarse desnudo o a ver a los demás desnudos. La persona siente vergüenza porque percibe su cuerpo de manera negativa, o simplemente que la desnudez es algo negativo.
Filematofobia: Miedo a besar o ser besado. A menudo se relaciona con preocupaciones de tipo físico como los gérmenes o el mal aliento.
Espermatofobia: Miedo al semen, tanto a verlo como a tocarlo.
Falofobia y colpofobia: Miedo a partes del cuerpo relacionadas con la sexualidad, comúnmente al pene o a los genitales femeninos. Pueden darse tanto en hombres como en mujeres.
Parafobia: Miedo a ser un pervertido o a la perversión del otro, a que la relación sexual en sí sea una cosa perversa. La persona puede tener relaciones sexuales de tipo tradicional, pero la duda le persigue y puede acabar evitando las relaciones totalmente, inmersa en un mar de dudas.
Dispareunia y Vaginismo: El miedo a la penetración provoca el intento de control que tensiona los músculos generando más dolor. Paradójicamente el intento de relajarse provoca más tensión.
Medolmacufobia: Frecuentemente la persona pierde la erección en su intento de mantenerla o por el miedo a perderla.
Miedo a la intimidad: No hay miedo al acto sexual en sí, pero sí de la intimidad que éste conlleva. La persona puede tener relaciones, pero se bloquea ante lo que siente como una invasión de su cuerpo y de su control sobre sí mismo en la relación íntima, y acaba evitando la relación, construyendo así una fobia invalidante.
Miedo a la vulnerabilidad: Como el anterior está ligado a la sensación de vulnerabilidad y falta de control de la relación sexual. La persona tiene miedo de mostrarse vulnerable o de sufrir si no gusta lo suficiente o no lo hace lo suficientemente bien. Puede afectar también a las relaciones no sexuales.