Los italianos reaccionaron de esta manera ante el proceso inflacionario que impacta en su país y que les complica comer el tradicional plato de la península. También instrumentaron control de precios.
La inflación golpea a varios países, no solo a la Argentina. La diferencia quizás está en la forma en la que reacciona la gente de los distintos lugares del mundo frente al incremento de precios.
Se complica más la situación si se eleva el valor de un bien que es considerado indispensable para la dieta de la población, ya sea desde el punto de vista nutritivo o solamente por una cuestión cultura.
Así es como los italianos dijeron “¡Ya basta!” Es que se cansaron de la escalada de los precios de los alimentos y lanzaron una huelga nacional nada menos que contra las pastas.
Están hartos luego de que el costo de los platos esenciales en cada mesa italiana se incrementó al doble de la tasa inflacionaria.
Un grupo defensor de los derechos del consumidor está pidiendo un paro nacional de una semana en el consumo de pasta a partir del 22 de junio después de que el gobierno en Roma sostuvo una reunión de emergencia el mes pasado y decidió no intervenir los precios.
“La huelga del macarrón es para ver si el dejar la pasta en los anaqueles hará que los precios bajen, en la gran tradición anglosajona de boicotear bienes”, dijo Furio Truzzi, presidente del grupo, Assoutenti.
“El precio de la pasta está absolutamente fuera de proporción con los costos de su producción”, explicó.
Los precios de los comestibles se han incrementado más agudamente en Europa que en otros países desarrollados -desde Estados Unidos a Japón-, impulsados por un incremento en los costos laborales y de la energía, y el impacto de la guerra en Ucrania.
Eso ocurre a pesar de que los costos de los alimentos básicos han disminuido durante meses tras alcanzar cifras récord, incluido el trigo para la harina que se usa en la pasta.
Las tiendas y los proveedores han sido acusados de “inflación por avaricia” para incrementar sus ganancias, pero los economistas dicen que las ganancias al por menor han permanecido estables y que el problema se reduce al mayor costo para producir alimentos.
A controlar los precios
Debido a que sienten la presión, algunos gobiernos en Europa han establecido topes en los precios de ciertos alimentos básicos o han presionado para alcanzar acuerdos con las tiendas de comestibles con el fin de de reducir los costos, algo que es popular entre el público pero que en realidad puede agravar los precios.
Algunos consumidores como Noée Borey, una mujer de 26 años que elegía comestibles en una tienda de una cadena en París, dijo que está totalmente a favor de que se establezcan topes para ciertos tipos de alimentos con el fin de ayudar a los trabajadores de bajos ingresos y a los estudiantes.
Ella compra menos carne y opta por tiendas de comestibles menos caras.
“Inevitablemente, todos los productos que compro se han incrementado en 20%, ya sea manteca o moras”, señaló Borey. “Ya no estoy comprando cerezas porque cuestan 15 euros el kilo”, detalló.
El gobierno francés alcanzó un acuerdo por tres meses con las cadenas de supermercados para que recorten los precios de cientos de alimentos de primera necesidad y de otro tipo, el cual se prevé se extienda a lo largo del verano. Gran Bretaña -donde la inflación en los alimentos ha alcanzado su mayor nivel en 45 años- está sopesando una medida similar.
Países como Hungría, que tiene la mayor inflación en alimentos de la Unión Europea, y Croacia han ordenado controles de precios para artículos como el aceite de cocina, algunos cortes de carne de cerdo, la harina de trigo y la leche.
El gobierno italiano dice que fortalecerá el monitoreo de precios trabajando más de cerca con las 20 regiones del país, pero no impondrá límites así.
España ha evitado los controles de precios, pero abolió el impuesto al valor agregado en productos esenciales y redujo a la mitad el impuesto al aceite de cocina y la pasta, a 5%.
Donaciones
Las medidas llegan en un momento en que los bancos de alimentos enfrentan creciente demanda en algunos países.
“Las cosas no están mejorando; están empeorando para la gente”, dijo Helen Barnard de Trussell Trust, un organismo de caridad que opera más de la mitad de los bancos de alimentos de Gran Bretaña.
Gastar mucho más para adquirir artículos esenciales como leche, pasta y verduras frescas para complementar las donaciones recibidas de supermercados es una lucha para Anna Sjovorr-Packham, que maneja varias despensas comunitarias que ofrecen comestibles con descuento a unas 250 familias en el sur de Londres.
“Aunque la demanda de las familias no se ha incrementado enormemente, el costo sí, y eso ha sido realmente difícil de respaldar”, manifestó.
De hecho, los precios de los alimentos y las bebidas no alcohólicas han descendido en Europa, de 17,5% en la zona del euro en marzo a 15% en abril, que sigue siendo doloroso.
Ello ocurre en un momento en que los precios de los combustibles -cruciales para cultivar y transportar lo que comemos- han disminuido de los niveles récord que alcanzaron el año pasado.
Pero los economistas dicen que pasarán muchos meses hasta que los precios de los alimentos en las tiendas vuelvan a descender y se estabilicen allí.
En comparación, los precios de los alimentos en Estados Unidos subieron 7,7% en abril con respecto al año anterior, 8,2% en Japón y 9,1% en Canadá. En Gran Bretaña ascendieron 19%.
Ante esas cifras, el Banco Central Europeo elevó de nuevo este jueves las tasas de interés en un cuarto de punto porcentual (al 4%) para contrarrestar la inflación, mientras que la Reserva Federal estadounidense decidió no subirlas por primera vez en 15 meses.
En Europa, recurrir a los controles de precios es atractivo para los electores, que reciben recordatorios constantes de la inflación cada vez que acuden a una caja registradora, dijo Neil Shearing, economista en jefe de Capital Economics. Pero dijo que ese tipo de cambios deberían estar reservados para ejemplos de conmociones en el suministro, como la guerra.
En realidad, ese tipo de controles agravarían la inflación alimentaria al incrementar la demanda de los consumidores pero desalentando nuevos suministros, señaló.
“La sacudida actual en los precios de los alimentos no garantiza una intervención así”, manifestó Shearing.
Caro pasta
Aunque la pasta sigue siendo uno de los artículos más accesibles en muchas cestas de comestibles, el simbolismo golpea duramente el ánimo italiano y ocurre en una época en que las familias están absorbiendo precios más elevados en todo, desde el azúcar hasta el arroz, el aceite de oliva y las papas.
Las familias italianas de cuatro integrantes están gastando un promedio de 915 euros (984 dólares) más al año en comestibles, un incremento de casi el 12%, para un total de 7.690 euros al año, según Assoutenti.
Una tercera parte de los italianos han disminuido lo que gastan en tiendas de alimentos, según la encuestadora SWG, y casi la mitad están haciendo sus compras en tiendas de descuento.
Pero incluso los descuentos no son lo que solían ser, y es más duro para los pensionados.
“Antes, podías obtener dos paquetes (de pasta) por 1 euro”, dijo Carlo Compellini, un jubilado que hacía sus compras en el centro de Roma. “Ahora con 2 euros te llevas tres paquetes”.
La inflación está haciendo que muchas personas ya no puedan darse pequeños gustos, lo que ha creado una nueva brecha entre los que tienen y los que no.
Luego de la reciente inauguración de un Café Sacher en Trieste, una ciudad italiana cuyas raíces austrohúngaras son evidentes en su arquitectura señorial, el alcalde hizo una afirmación muy ridiculizada que hizo recordar a muchos una declaración carente de sensibilidad atribuida a la reina María Antonieta.
Cuando le preguntaron acerca de las quejas de que una rebanada del afamado pastel vienés de chocolate estaba demasiado cara en 10 euros, el alcalde Roberto Dipiazza respondió: “Si tienen dinero, vayan. Si no, vean”.