En lo que va del año, más de 600 personas fueron ejecutadas por el régimen iraní, un tercio de ellos por participar de las protestas feministas en reclamo por la muerte de mujeres en situaciones conflictivas con la policía de la “moral”,
La justicia iraní ejecutó a un hombre declarado culpable de haber cooperado con el Mossad, los servicios de inteligencia israelíes, informaron autoridades judiciales. “La pena de muerte fue aplicada esta mañana en la prisión de Zahedan, capital de la provincia de Sistán y Baluchistán contra el espía del régimen sionista”, indicó la web judicial local Mizan Online.
Durante diciembre de 2022, 4 hombres fueron ahorcados en público acusados del mismo delito. Y según las denuncias permanentes que realiza Amnistía Internacional junto con otras tantas organizaciones de derechos humanos, el régimen de los Ayatolas ha incrementado la cantidad de ejecuciones durante el último año de forma “alarmante”.
“Las autoridades iraníes están llevando a cabo ejecuciones a un ritmo aterrador. Su actuación constituye un ataque contra el derecho a la vida, y un indisimulado intento no sólo de oprimir aún más a las minorías étnicas, sino también de sembrar el miedo a la fuerza bruta que le espera a la disidencia, ya sea en la calle o en el patíbulo”, ha declarado Roya Boroumand, director ejecutivo de la organización iraní de derechos humanos Centro Abdorrahman Boroumand.
Un ejemplo que grafica la mecánica iraní para impedir cualquier disidencia es el de Hassan Abyat, quien fue condenado a muerte dos veces: una, por el Tribunal Revolucionario, por “enemistad con Dios” (moharebeh); y otra, por el Tribunal de lo Penal, por asesinato (ghesas) —en referencia a la muerte de un agente de la fuerza paramilitar Basij en 2011— y por presunta pertenencia a un “grupo de oposición”. Hassan Abyat negó toda participación en la muerte del agente.
Tras haberlo sometido a desaparición forzada, los interrogadores ataron a Hassan Abyat a una cama especial de tortura, lo golpearon con cables y le administraron descargas eléctricas en los testículos, según un testigo que, además, describió a Amnistía Internacional cómo podían verse las cicatrices de la tortura en el cuerpo de Hassan Abyat. El tribunal lo declaró culpable sin investigar las denuncias de tortura.