Cuando eran adolescentes y estaban en un noviciado, dos mujeres fueron abusadas sexualmente por su maestra en un convento de Santa Fe. La vida cruzó sus caminos, lucharon por justicia y escribieron un libro sobre sus padecimientos. El jueves estrena una película sobre el aberrante caso.
Sandra Migliore tiene 57 años y está casada con Valentina Rojas, de 52. Las dos viven en Justiniano Posse, un pueblito ubicado al sudeste de Córdoba y donde, siempre incondicionales entre sí, transcurre la vida de ambas sin demasiados sobresaltos (al menos, en la actualidad). Y es que su adolescencia y juventud no fue nada fácil, y afortunadamente se tuvieron siempre la una a la otra para encontrar esa “resiliencia” -palabra que está cada vez más de moda y que encierra a un concepto magnífico- que les permitió salir adelante.
Porque ambas mujeres, siendo adolescentes y novicias en una orden de monjas, sufrieron abusos sexuales y de poder, cometidos por quien era su maestra de novicias, otra monja que se hacía llamar Bibiana en el lugar. Aunque su verdadero nombre era Leopoldina.
“Esta persona fue maestra de novicias por 10 años, pasaron muchas personas, muchas sobrevivientes que estaban bajo su responsabilidad. Ella ‘formaba y conducía’, pero en realidad era una persona muy desequilibrada, nefasta. Debería haber sido la encargada de formarnos en la vida religiosa, pero cometía abuso de poder y abusos sexuales sobre nosotras”, describe Migliore en diálogo con Los Andes. Y aclara que prefiere utilizar el término y definirse como “sobreviviente de abusos sexuales” antes que “víctima”.
Aunque las dos mujeres pasaron por el mismo convento de la congregación Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey, en la ciudad de San Lorenzo (Santa Fe) en la década del 80 -y fueron víctimas -o sobrevivientes- de la maestra en ese escenario-, Sandra y Valentina no llegaron a cruzarse en su etapa de formación. Pero sus padecimientos, y el de decenas de novicias más, fueron los mismos.
“En mi caso, ella me abordó una sola vez y yo me la pude sacar de encima. La amenacé con que la iba a denunciar con la superiora y no se repitió. Pero hubo chicas que la padecieron mucho más tiempo. Porque en esos años estábamos acostumbradas a callarnos ante las amenazas de que nos iban a echar de la vida religiosa. No queríamos que eso ocurriera, porque ese era nuestro ideal. Pero con los años pudimos irnos juntando entre nosotras y hablando con otras de las víctimas. Incluso, aún hoy hay víctimas que no quieren exponerse, muchas tienen hijos y familias”, agrega Migliore.
Sin ir más lejos, Valentina Rojas -su compañera- fue religiosa mucho más tiempo que Sandra, por lo que padeció también durante más tiempo sus abusos.
“En el caso de Valentina, fueron más sostenidos los abusos de Bibiana y ella lo padeció mucho más tiempo. Tenía entre 14 y 15 años y los abusos se fueron dando de manera progresiva. Como suele ocurrir en estos casos, la abusadora se acercaba con cariño, delicadeza, una especie de seducción donde te vende que es el reemplazo de tu madre, que es la voluntad de Dios, etcétera, etcétera. Y una cuando es adolescente, carece de desconfianza”, grafica.
La difícil historia de Sandra Migliore y de Valentina Rojas -y, en ellas, las de decenas de novicias que fueron abusadas por Bibiana- tomaron estado público gracias a Sandra, quien escribió y publicó un libro autorreferencial sobre los abusos que sufrió de parte de la maestra de novicias. Y esa misma historia, complementada con la de Valentina, dieron vida a la película “Caminemos Valentina”, que llegará a las salas de cine de todo el país este jueves, 14 de septiembre.
“Hoy la herida ha cicatrizado. Pero, como digo con Valen -que seguimos hablando mucho del tema-, la película ‘Caminemos Valentina’ es como el alta médica a un proceso de dolor, a un tratamiento largo. Necesitamos de verdad darle un cierre, sentir que tenemos el alta, que mi alma tiene un corte, pero que está sanado”, resume Migliore.
NUNCA ESTÁS SOLA
En 1983, con 16 años, Sandra Migliore ingresó al convento de las Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey, en San Lorenzo (Santa Fe). “Mi objetivo era ser religiosa, además era admiradora de San Francisco de Asís”, rememora la mujer.
Fue en ese momento de su vida en que conoció a Leopoldina, quien se hacía llamar Bibiana en el ámbito eclesiástico y era la maestra de novicias en el lugar. Y fue en ese etapa también que vivió uno de los peores momentos de su vida.
“Bibiana era una persona enferma, a tal punto de que terminaba de abusarnos y se iba a rezar”, destaca Sandra Migliore, quien eligió el nombre “Raza de Víboras” para su libro en alusión a un fragmento del Evangelio en que Jesús se refiere así a sus discípulos. “Los trata de hipócritas, de raza de víboras que están puros por fuera y podridos por dentro. Se me vino ese nombre a la cabeza porque fue la manera en que Jesús calificó a los hipócritas. Y para mí es la mejor forma de clasificar a los hipócritas que cayeron en estos episodios, desde la maestra de novicias, hasta toda la gente a la que fuimos con denuncias y no hizo nada”, explica la ex novicia.
Sandra y Valentina no coincidieron en la etapa de formación dentro del convento, ya que la primera de ellas salió del lugar cuando la menor ingresaba. De acuerdo a la reconstrucción que hace Migliore en diálogo con Los Andes, era 1990.
Recién entre 2009 y 2010 las mujeres se encontraron y los caminos de ambas se cruzaron, ya para no volverse a separar. Migliore era una empleada administrativa del instituto San Francisco de Asís (dependiente de la congregación) en Lanús (Provincia de Buenos Aires), mientras que Rojas era una religiosa consagrada que fue designada en esa ciudad para administrar el mencionado instituto.
“Ese año comenzaron a llegar correos anónimos y se empezaron a destapar los abusos de Bibiana. Coincide con lo que ha sido la última década, en que muchos casos de abusos eclesiásticos salieron a la luz porque los sobrevivientes pudieron contar lo que vivieron”, sigue Sandra. Y agrega que en ese momento ambas se confesaron mutuamente que habían sido abusadas por Bibiana en sus años de novicia.
Con sus historias personales a cuestas, las dos mujeres -Valentina era, por entonces, jefa de Sandra- se metieron de lleno en esas denuncias y lograron certificar que eran verídicas. De inmediato ambas hicieron las denuncias contra quien había sido su maestra en el noviciado.
“Enviamos las denuncias a Roma, al la Santa Sede, pidiendo que se separara a Bibiana. La madre general en Roma supo de los hechos, y nosotras -en ese interín- nos apoyamos mutuamente”, reconstruye la sobreviviente.
De hecho, allí comenzó a construirse la historia de amor, compañerismo y amistad que hoy las une. “Nuestra relación más íntima comenzó así, confesándonos con mucho dolor que habíamos sido víctimas de Bibiana”, refuerza Sandra. Ambas se casaron en 2017.
EL ESCAPE DE LA ABUSADORA Y LOS OÍDOS SORDOS DE LA IGLESIA Y DEL PAPA
Lejos de investigarse a la religiosa denunciada y de tomarse medidas disciplinarias contra ella, las consecuencias ante estas denuncias recayeron sobre Sandra Migliore y Valentina Rojas, dos de las sobrevivientes de los abusos de la monja Bibiana.
“Es muy difícil hablar de estos temas con alguien, confiar y pensar que te van a creer. Después de nuestras denuncias en Roma, vino la madre general. Y decidieron separarme a mí de mis tareas administrativas, mientras que a Valentina le ofrecieron irse a Europa, fue como una especie de soborno. Además, prometieron que iban a separar a Bibiana de la congregación”, reconstruye Sandra.
Pero, en la realidad, Bibiana se escapó. Cuando fueron al convento para notificarle, supuestamente, que sería separada, la perversa y abusadora monja ya no estaba en el lugar. “Nos enteramos que se fue a Venezuela, a otra congregación para seguir siendo monja. Pero se cambió su nombre. Lo último que supimos es que está en el barrio El Carrizal, en las afueras de Caracas”, agrega Migliore.
Entre tantas autoridades eclesiásticas a quienes remitieron copias de las denuncias por los abusos cometidos por la madre Bibiana, también se destacó el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio (Papa desde 2013). La mamá de Valentina le mandó a Bergoglio vía correspondencia todas las denuncias que vinculaban a la monja abusadora con los ataques sexuales. Pero todavía hoy esperan alguna contestación.
EL DOLOR DEL CASO PRÓVOLO
En el Fuero Penal de la Justicia de Mendoza transcurre por estos días el segundo mega juicio por los abusos sexuales eclesiásticos cometidos contra niños sordos y niñas sordas en el instituto religioso Antonio Próvolo. Por los episodios ya fueron condenados, como autores de los abusos sistemáticos, los curas Nicola Corradi y Horacio Corbacho (a 42 y 45 años de prisión respectivamente), además del ex jardinero Armando Gómez y del ex monaguillo Jorge Bordón a 18 y 10 años de cárcel, respectivamente.
En el juicio actual se está intentando determinar la participación de ex trabajadoras del instituto religioso en los abusos ya confirmados. Y, en el banquillo de las acusadas, hay dos monjas: Kumiko Kosaka (quien está imputada como autora de abusos y como partícipe de otros hechos) y Asunción Martínez (acusada como partícipe).
Sandra Migliore no puede no empatizar con las víctimas (o sobrevivientes) del Próvolo, así como también con los de otros episodios de abuso sexual eclesiástico.
“El Caso Próvolo me genera mucho dolor. Tenemos mucho contacto con la mamá de una de las víctimas. Y nosotras estamos muy agradecidas de que, por lo menos, esto haya salido a la luz y tenga una causa en la Justicia. La condena social la tienen en todos lados. Pero, a veces el marco legal y una condena hacen bien. Me duele y me satisface el alma a la vez saber que esto se pudo investigar”, destaca la mujer.
No obstante, reconoce que no puede leer ni escuchar novedades relacionadas al caso de abusos sexuales a niños y niñas que estudiaban y dormían en el instituto de Carrodilla.
“Siento que me clavan un cuchillo cada vez que leo o escucho algo del tema, no lo puedo soportar”, sostiene. Y agrega que siente que, como una de las principales impulsoras de la Red de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos, están cargando las mochilas de personas que padecieron lo mismo y que, a la vez, encuentra la satisfacción de poder visibilizarlo.
DEL LIBRO A LA PELÍCULA
En Mendoza, la película “Caminemos Valentina” podrá verse en las salas de Cinépolis a partir de este jueves, 14 de septiembre. Es la adaptación a la pantalla grande del libro escrito por Sandra Migliore, “Raza de Víboras, memorias de una novicia” y donde cuenta y se explaya sobre todo lo que padeció.
“El libro lo escribí cuando me echaron del trabajo. Primero me mandaron a Justiniano Posse para sacarme de encima, me dieron una licencia. Después me llegó un telegrama de despido, y yo ya tenía un prólogo escrito, por lo que en ese momento terminé el libro.
A partir de ello, Sandra Migliore y Valentina Rojas se convirtieron en grandes referentes de la Red de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos y en unas de las primeras impulsoras de esta red de contención.
La idea de llevarlo al cine salió del director de cine Eliseo Subiela. Fue él quien recibió el libro de parte de Sandra, se comunicó con la autora y le manifestó su voluntad de llevarlo a la pantalla grande. Antes de fallecer -en 2016-, Subiela le pidió permiso a Migliore para trasladarle el proyecto al también director Alberto Lecchi.
“Yo le dije que, si él lo recomendaba, le podía dar el libro y el proyecto a quien sea. Tiempo después Lecchi se comunicó conmigo, me dijo que quería venir a hablar conmigo y vino a Justiniano Posse. Aquí se encontró también con Valentina, quien por primera vez pudo participar de una conversación sobre el pasado”, rememora Migliore, y acota que todo esto ocurrió en 2018.
Con el libro más el relato de Valentina Rojas, el proyecto de la película fue avanzando. En el medio estuvo la pandemia, pero las sobrevivientes de los abusos mantuvieron siempre el vínculo con las actrices y los realizadores.
“Fue un proceso de dolor, justamente por revolver en el pasado. Pero también lo vivimos como un proceso de sanación. Somos mujeres grandes ya, y durante el tramo que nos queda de vida -que ojalá sea mucho- no podemos estar revolcándonos en dolores del pasado. Por eso hicimos a propósito este proceso de sanación. Hoy todo lo que vivimos es una herida que la vemos, pero ya no sangra”, reflexiona -en voz alta- la autora del libro que inspiró la película.
El nombre -”Caminemos Valentina”- también tiene un significado especial para ambas sobrevivientes de los abusos de la monja Bibiana.
“Entre 2009 y 2010, cuando se destapó la olla, nosotras queríamos hablar entre nosotras del tema. Pero en un colegio en el que hay muchos alumnos y muchos profesores, era difícil encontrar el lugar y momento para hablar. Por eso yo le decía ‘Caminemos Valentina’ y nos íbamos a caminar solitas para poder hablar de esto. Pero también el título tiene que ver con eso de que caminar es ir para adelante, no frenarse, no estancarse”, sintetiza Sandra Migliore.