Sin favoritos, hay augurio de resultado cerrado. El candidato del oficialismo se presenta como el cambio dentro de la continuidad, mientras que el economista de derecha plantea una revisión radical con eje en lo económico. Los 8,8 millones de votos “sueltos”, claves para el desenlace. El país inicia esta noche una nueva fase.
Los argentinos decidiremos hoy, finalmente, quien sucederá al presidente Alberto Fernández desde el 10 de diciembre al frente del Gobierno nacional. Si es Sergio Massa (Unión por la Patria) o es Javier Milei (La Libertad Avanza). Será el último mojón de un largo proceso electoral que comenzó con el cierre de listas para las Paso, a finales de junio, y tuvo otras dos escalas en las urnas para definir la carrera nacional.
Como sucedió en las primarias y en las generales, los comicios se realizarán en medio de un contexto económico que no para de agravarse y que se ha revelado angustiante para la mayoría: la escasez de dólares mantiene asfixiada a la industria y a la actividad económica en su conjunto, los precios relativos están descontrolados y la inflación corre a un ritmo que podría llegar al 200% interanual.
El impacto de ese combo es letal en el deterioro del poder adquisitivo de todos los sectores sociales, lo que deriva en un fuerte aumento de la pobreza y de la indigencia.
A pesar de ese cuadro adverso, Massa, el ministro de Economía y candidato del oficialismo, se impuso en las generales del 22 de octubre sobre el ultraderechista Milei por 6,7 puntos (36,7 a 29,9 por ciento). Quien hoy obtenga la mayor cantidad de votos se sentará en el sillón de Rivadavia en apenas 21 días. Desde esta misma noche comenzará una nueva etapa en la Argentina.
La mayoría de las encuestas auguran un escenario cerrado y de escaso margen entre los candidatos. Se lo asocia al único antecedente de balotaje en el país, que data de 2015, cuando Mauricio Macri venció a Daniel Scioli 51,3 a 48,5.
El que gane hoy será el décimo presidente argentino desde la restauración democrática de 1983, que este año cumple cuatro décadas de tránsito ininterrumpido.
Desde hace semanas, hay un creciente clima de polarización, que es lógico y evidente, pero que se vio teñido por inquietantes acusaciones lanzadas por La Libertad Avanza –que no fueron sostenidas en la Justicia– acerca de la posibilidad de que hubiera irregularidades y hasta un “fraude colosal” en contra de la fuerza de Milei.
Definen los votos “huérfanos” y, sobre todo, la provincia de Buenos Aires
El resultado dependerá en gran medida de cómo se redireccionará la masa de 8,8 millones de votos que quedó sin representación tras las generales.
Hay 6,4 millones de adhesiones huérfanas que en octubre eligieron a Patricia Bullrich (Juntos por el Cambio); otro 1,8 millones de adherentes al cordobés Juan Schiaretti y más de 700 mil que optaron por Myriam Bregman, de la izquierda.
También será clave el nivel de voto en blanco y, especialmente, el de participación (fue del 77,4% en las generales). Este último podría verse influenciado por la decisión del Gobierno nacional de no correr el feriado de este lunes, lo que los opositores denunciaron como una maniobra para desmotivar a la ciudadanía para que no vaya a votar, en la creencia de que eso será beneficioso para el candidato oficialista.
Como sucede en cada elección nacional, la disputa de fuerzas tendrá un distrito determinante: la provincia de Buenos Aires, donde vota el 37% del padrón. La clave del triunfo de Massa sobre Milei en las generales estuvo dado, especialmente, por la diferencia de 17 puntos que el oficialista hizo ante al opositor en ese territorio controlado históricamente por el peronismo.
Massa necesita mantener una diferencia a su favor de al menos 10 puntos en Buenos Aires para contrarrestar malos resultados que seguramente tendrá en distritos como Córdoba, Santa Fe, Caba y Mendoza, donde a Milei ya le fue muy bien y donde espera sumar nuevos votos del electorado de Juntos por el Cambio.
La distribución de subsidios y otros beneficios a distintos sectores -lo que la oposición llamó “plan platita”- y fuertes advertencias sobre los ”males“ que podrían sobrevenir si gana el postulante libertario -la “campaña del miedo” a la que el oficialismo destinó también cuantiosos recursos- se acentuaron luego de la primera vuelta en un intento por no dejar pasar la oportunidad de continuar en el poder.
Cambio de escenario: la alianza Macri-Milei
Como se esperaba, al minuto después de las generales Massa y Milei trazaron estrategias para atraer a quienes se quedaron sin candidatos.
El postulante oficialista centró su discurso en conquistar, principalmente, al electorado radical, además de una porción del voto peronista que había optado por Schiaretti, en especial aquellos votos logrados por el cordobés fuera de su provincia. La UCR se declaró “neutral”, pero los gestos públicos de dirigentes importantes como Gerardo Morales, titular del radicalismo, fueron funcionales a Massa.
El mayor golpe de escena, no obstante, lo dio Milei, quien menos de 48 horas después de haber caído ante Massa en las generales, terminó cerrando un acuerdo político con Bullrich y que tiene al expresidente Mauricio Macri como principal actor de ese entendimiento.
Así, el candidato libertario logró recuperar centralidad luego de unas primeras horas de desazón en La Libertad Avanza, que sintió el impacto por la inesperada derrota ante Massa.
El PRO macrista tomó control de la fiscalización, un aspecto clave en el que los libertarios exhibieron limitaciones evidentes en los comicios anteriores.
Macri reguló durante la campaña su apoyo hacia Milei, pero en el tramo final fue enfático. La mayor preocupación fue evitar mostrarse como titiritero de Milei, como planteó el oficialismo para desdeñar el acuerdo del ultraliberal con el expresidente.
Enfrentado con Massa desde 2016, Macri, quien no pudo ser candidato este año por Juntos por el Cambio, se juega mucho hoy: si Milei se impone, puede recuperar una cuota importante de poder.
En cambio, si el que vence es Massa, el exmandatario se convertirá en el principal enemigo político del nuevo presidente.
En medio del proceso, el acuerdo entre Macri, Bullrich y Milei hizo detonar a Juntos por el Cambio. Sea cual sea el resultado del balotaje, ese armado que gobernó la Argentina de 2015 a 2019 y que está quebrado hacia su interior ingresará en la fase final de descomposición.
Dos modelos contrapuestos
Como quedó plasmado en la intensa y extensa campaña electoral, Massa y Milei representan dos visiones de país completamente opuestas.
El candidato oficialista ha intentado mostrar que, de ganar, será él quien tomará las decisiones, alejado de la influencia de Cristina Fernández de Kirchner. Acordado con Massa, la vicepresidenta no participó de la fase proselitista, al igual que el grueso del kirchnerismo.
En medio de los esfuerzos por mostrarse ajeno a la responsabilidad del desastre económico actual pese a ser el ministro del área, Massa focalizó su discurso en un fuerte llamado a la “unidad nacional” que, en caso de ganar, se plasmaría en un gabinete en el que habría dirigentes radicales y del PRO.
En lo económico, plantea orden fiscal, superávit comercial, competitividad cambiaria y desarrollo con inclusión. Massa sostiene que la falta de dólares se revertirá por los ingresos energéticos, mineros y de una mejor cosecha agrícola.
También dijo que defenderá el sistema público de educación y de salud. Su diferencial sobre Milei apunta a la presencia del Estado como ordenador y garante del desarrollo social.
Aunque más moderado respecto de las propuestas disruptivas y en extremo polémicas que lo hicieron ganar las Paso, pero que luego encontraron techo en las generales, el foco de las propuestas de Milei es el económico: insiste con su idea de dolarizar la economía y eliminar el Banco Central, acciones a las que no les puso plazo, pero ratificó que ejecutará.
Otros ejes de su propuesta son el fuerte recorte del gasto público del Estado, privatización de las empresas estatales, fuerte plan de infraestructura con inversión privada y una reforma tributaria que impulse una baja de los impuestos, la flexibilización laboral para la creación de empleos en el sector privado y una apertura unilateral del comercio internacional.
Milei dice ahora que la salud y la educación seguirán siendo privadas, pero en su plataforma hay iniciativas que podrían modificar cómo se prestan hoy esos servicios desde el Estado.
La posición de revisión del pasado y “verdad completa” que expresa Victoria Villarruel, la candidata a vicepresidenta de Milei, reabrió una herida que parecía cerrada en el país. Las organizaciones de derechos humanos, ligadas al oficialismo, la califican de “negacionista”.