El candidato a presidente por La Libertad Avanza confía no sólo en repetir la victoria que logró en las PASO sino también en ampliarla para imponerse en una primera vuelta.
En las elecciones del próximo domingo el candidato a presidente por la Libertad Avanza, Javier Milei, tratará de consolidar la polémica cruzada contra la casta política con la que se convirtió en la sorpresa de las primarias y que potenció con extravagantes propuestas que le permitieron definir la agenda de las discusiones en la campaña.
El postulante liberal que el día de los comicios cumplirá 53 años de edad ganó visibilidad al compás de la crisis económica y social que mantiene en vilo a la Argentina.
Ahora, se entusiasma con la posibilidad de imponerse en una primera vuelta frente a sus principales rivales Patricia Bullrich (Juntos por el Cambio) y Sergio Massa (Unión por la Patria).
En las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), Milei irrumpió con una victoria que nadie vislumbró y quedó apenas debajo del 30% de los votos, seguido por Bullrich y luego por Massa.
Inmediatamente después, él y sus laderos se encargaron de relativizar el impacto de sus ideas más radicales.
Para evitar un techo electoral, buscaron despejar temores en torno a su polémico programa de gobierno al indicar que se implementaría en distintas etapas y minimizaron las consecuencias vinculadas con la dolarización, la aplicación de un sistema de vouchers para la educación y la salud, la eliminación del Banco Central y el plan motosierra para avanzar con un ajuste del Estado aún mayor al que pide el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Milei intentó además esquivar los ataques de sus rivales, que lo acusaron de proponer un “salto al vacío” no sólo por ofrecer un viraje de 180 grados sino también por no contar con la estructura política necesaria para garantizar el éxito de cualquier reforma, sobre todo, si está sujeta a la aprobación del Congreso de la Nación.
Las gestiones del candidato de LLA para ampliar su armado se convirtieron en un arma de doble filo que lo empujó aún más al plano de las contradicciones: el ejemplo más claro fue su alianza con Luis Barrionuevo, que en 1979 se puso al frente del gremio de los gastronómicos.
Más allá de ese acercamiento, Milei no mostró voluntad para construir puentes con el oficialismo y se limitó a coquetear con el ex presidente Mauricio Macri sin habilitar otros canales con Juntos por el Cambio.
El diputado nacional personifica un llamativo fenómeno que provocó un cimbronazo en las estructuras políticas que colorearon el mapa de poder en la Argentina desde el retorno de la democracia.
“Voy a meterme al sistema para sacarlos a patadas en el culo”, aseguró Milei en septiembre de 2020, cuando anunció su candidatura para ingresar al Congreso. Y mantuvo los mismos términos el miércoles pasado en su acto de cierre de campaña.
En el tramo final de su carrera proselitista redobló esa misión hasta con duras críticas contra el papa Francisco que reforzó su mentor liberal Alberto Benegas Lynch (hijo) al proponer suspender las relaciones diplomáticas con el Vaticano “mientras primer en la cabeza” de la Santa Sede “el espíritu totalitario”
La Iglesia repudió sus declaraciones, los curas más representativos realizaron misas en su contra y el propio Jorge Bergoglio se encargó de contestarle, aunque sin mencionarlo, al advertir que “el Mesías es uno solo, los demás son todos payasos del mesianismo”.
De cualquier manera, Milei ganó visibilidad con los incesantes escándalos que protagonizó y ahora espera dar el batacazo y ganar en la primera ronda, para lo que necesitará sacar el 45% de los votos ó el 40% con una diferencia superior a los 10 puntos sobre el segundo.