24 de noviembre de 2024

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Atención mujeren: miren cómo la tecnología cambió el oficio del stripper

Atención mujeren: miren cómo la tecnología cambió el oficio del stripper
Los strippers y los cambios de su oficio.

La plataforma erótica OnlyFans acercó los videos de los musculosos hombres a las mujeres, sin necesidad de tener que ir a ningún lado. Qué se perdió y qué se ganó. Los testimonios de los hombres que muestran su cuerpo y cuánto ganan.

Es sábado, las luces se apagan. El show está por empezar. Lucas (37) se saca la ropa de padre, marido, hijo y comerciante para vestirse de stripper. Es el traje que lo acompaña desde hace más de 14 años, el “oficio” que eligió y su ingreso principal.

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Con los primeros gritos, sale a la cancha con un solo pensamiento: “cumplirle” a la platea de mujeres de todas las edades que están ahí para divertirse, alivianar prejuicios o concretar alguna fantasía. Lo presentan como el “Vin Diesel argentino”, por su enorme parecido con el actor estrella de “Rápido y Furioso”. Así se identifica en sus redes, en la plataforma de contenidos OnlyFans e incluso en la vida real.

Sobre el escenario, Lucas que ahora es “Vin” despliega los recursos que, sabe, le funcionan. Es protagonista de una obra con libreto propio. Tiene cada movimiento erótico cronometrado y ensayado para que nada falle. Es lo peor que le puede pasar, asegura. Durante las dos horas que dura el show, vende conscientemente un “producto” -así lo define- que viene moldeando desde hace décadas en clases de boxeo y gimnasios: su cuerpo.

Todo empezó casi como un juego adolescente. Lucas tenía 23 años, amaba practicar boxeo pero sus 63 kilos resultaban insuficientes para enfrentarse a las moles que se topaba en el instituto al que iba. Hasta que un día su vida cambió de rumbo. Un amigo lo llevó a un boliche gay y le abrió los ojos a otro mundo: el de la noche. Empezó tarjeteando para distintas discos y terminó contoneándose sobre las tarimas de Pinar de Rocha. Fue la puerta de entrada al universo stripper.

“Lo último que quería en la vida era ser musculoso. De joven tenía el cuerpo ‘marcado’, pero no era suficiente para boxear. Así que decidí seguir solo con el gimnasio y probar como stripper. En poco tiempo empezó a irme bien y dejé mi empleo como carnicero en una cadena de supermercados. Hoy vivo de desnudarme, además de tener un maxikiosco y un delivery de bebidas. Con lo que gano como stripper, puedo sostener a mi familia. En un día cobro lo que capaz otra persona cobra en una semana. Los demás son emprendimientos importantes porque sé que esta actividad tiene vencimiento”, comparte Lucas.

Al principio de “su carrera”, recuerda, corría frenéticamente entre un show y el otro por el conurbano, CABA e incluso el interior del país. De a poco fue encontrando la fórmula para asentarse y ganar plata sin volverse loco. Su debut en las primeras ligas fue en su actual casa laboral, el Golden, donde actualmente gana 10 mil pesos por noche y sobre todo “la chapa” de formar parte del staff estable de la meca del stripper porteño. Entre sus compañeros del Golden y de otros boliches, suman unos 25 strippers de entre 25 y 45 años, de los cuales muchos circulan desde hace décadas por la noche del AMBA. “Somos siempre los mismos. Nos conocemos todos”, dice Lucas.

A la par de los clásicos eventos presenciales, las redes sociales se volvieron también su faro de difusión y fuente de trabajo, agrega. El stripper abrió la cuenta @vindisel.golden en Instagram para seguir allí con shows virtuales. Con sus posteos de fotos y videos de pocos segundos despierta el deseo de sus más de 24 mil seguidores que le piden más imágenes por privado a cambio de distintas sumas de dinero.

“Recibo mensajes un 70 por ciento de hombres y un 30 por ciento de mujeres. Quieren ver cómo sigue el video o la foto que posteé. Están dispuestos a pagar de 8 mil pesos en adelante. Pongo títulos o comentarios sugestivos. Ese es el anzuelo. Cumplo fantasías”, explica. “Hay de todo. Te encontrás con personas que empiezan con pedidos sencillos y que después van escalando. También, con otras que pasan cualquier límite imaginable. Igual lo tengo claro: por plata y por principios, no hago cualquier cosa”, subraya.

Como complemento económicamente estratégico, desde fines de 2021 es además un chico OnlyFans. Llegó a la plataforma en medio de la pandemia, alentado por sus amigos. Es uno de los cerca de 750.000 creadores de contenido erótico. Sus mayores consumidores allí son también hombres.

“Me inscribí en OnlyFans sin conocerla bien, subí videos simples y esperé. Al tiempo volví a entrar y me sorprendí: tenía 100 mil pesos a mi favor sin hacer nada. Desde entonces decidí dedicarle más tiempo”, sostiene Lucas.

La ecuación le cierra: puso una base de 4,99 dólares para suscribirse a sus videos (el tope para los creadores de contenido es de 49,99 dólares) y ya tiene unos mil seguidores y seguidoras entre los cerca de 150 millones registrados en total. A fin de mes se lleva 80 por ciento del total del consumo de sus imágenes y el 20 por ciento es para OnlyFans. En su caso, la ganancia va entre 300 mil y 600 mil pesos mensuales. “Si le ponés energía, podés hacer una diferencia considerable”, dice Lucas.

Su caso es un ejemplo de la evolución del oficio del stripper, que desembarcó en la Argentina con la inauguración del primer Golden en 1989 y se convirtió en un fenómeno en los tempranos 90. Hoy, la mayoría de ellos hacen convivir el trabajo en el escenario con el online. La principal razón: ser parte del staff de los clubes top les brinda “chapa” que capitalizan en las redes o en OnlyFans.

En un balance de sus shows reales y virtuales, el “Vin Diesel argentino” cuenta que, como en cualquier trabajo, tuvo experiencias buenas y malas. Entre las más divertidas, menciona el memorable festejo de cumpleaños de una maestra veterana. Contratados por otra docente, viajaron con un amigo “muy dotado” a un campo en Pilar y perdieron señal ni bien cruzaron la tranquera. El show arrancó tranquilo hasta que, como suele pasar en todas las presentaciones, se quedaron desnudos en el último segundo antes de que termine el evento. Es un clásico, la imagen final que se llevan las “consumidoras”.

“Noté que las maestras nos miraban con sorpresa. Algo raro estaba pasando. Cuando nos fuimos y recuperé señal en el celular, me entró un mensaje de la maestra que nos había contratado que decía: ‘Por favor, que el show sea liviano. Les pido que no se desnuden porque a la cumpleañera no creemos que le guste’. Ahí entendimos todo”, describe.

Las malas experiencias prefiere olvidarlas. Le llegaron propuestas de todo tipo y tono, algunas que rozaron el delito. Las descartó inmediatamente en la papelera de sus redes para después bloquear a la usuaria o el usuario. “La perversión no tiene límites. A veces realmente no podés creer lo que te piden”, desliza. En plano de confesiones, admite que excepcionalmente y antes de estar en pareja, se fue con alguna de las mujeres que estuvieron en sus shows. “Puede pasarle a cualquiera cuando te cruzás con una persona que te gusta en tu trabajo”, dice.

Cuando las luces se encienden y la cámara con la que se filma o lo filman se apaga, “Vin” vuelve a ser Lucas, un “tipo normal” con un maxikiosco y un delivery, que entrena dos horas por día para seguir en estado físico. También y sobre todo, el papá que disfruta de preparar a su hijo Aquiles, de 10 años, en boxeo kids y de jugar con su hija Kira, de 2. “Son mi orgullo y mi vida”, se enternece.

Su pareja, a la que conoció en las redes, es muy correcta, de bajo perfil y le tiene confianza. Sus padres Silvia y Miguel saben a lo que se dedica y no ponen reparos. Su papá lo ayuda con el maxikiosco al que le puso “Toretto”, en homenaje justamente al personaje mítico que encarna Vin Diesel en la saga de “Rápido y Furioso”. Su mamá es su consejera y lo banca en todo. “Ella vino un día al Golden y se jactó con sus amigas de su hijo”, se ríe el stripper.

En su 1,78 metro de altura, Lucas registra hoy 95 kilos de puro músculo. Ya no es el adolescente debilucho que pujaba por hacerse un lugar en el boxeo. Sueña con dejar de trabajar los fines de semana para compartir más tiempo con su familia. Su máximo objetivo es poner su propio gimnasio. “Soy un tipo común. Tengo claro que no soy lo que muestro pero también sé que es lo que elegí, el producto que vendo. Si volviera el tiempo atrás, me dedicaría a lo mismo”, asegura convencido.

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