Cuando la Organización Mundial de la Salud dio por terminada la pandemia advirtió que la “guerra” no estaba ganada.
El pasado 5 de mayo la Organización Mundial de la Salud declaró el fin de la emergencia por el Covid después de más de tres años de pandemia. Dos días antes, el Ministerio de Salud argentino había emitido las nuevas pautas de vacunación para la población. Sin embargo, en torno a esas fechas se observa un momento bisagra: un declive más acelerado en la curva de inmunización.
La supuesta sensación de que el Covid ya no es un peligro hizo que la aplicación de los refuerzos cediera aún con más fuerza de la que había cedido en los primeros meses del año. Si se toma la cantidad de vacunas administradas desde el comienzo de 2023 hasta el presente, el promedio diario da 14.377 dosis por día. Pero si esa medición se hace exclusivamente en mayo, la cifra se derrumba casi a la mitad.
Así se desprende de los datos oficiales volcados en el Monitor Público de Vacunación. El Gobierno ya ha informado que toda la población debe seguir recibiendo la vacuna contra el Covid, con un refuerzo anual el común de la gente y uno cada seis meses las personas que poseen factores de riesgo.
En la medida que esos refuerzos no se aplican, la inmunidad colectiva tiende a debilitarse y los más susceptibles pagan el precio. La población fue dividida ahora en tres niveles de riesgo: alto, medio y bajo. El primer grupo debe seguir vacunándose con mayor frecuencia, mientras que el tercero puede hacerlo sólo una vez al año. El grupo intermedio tiene un régimen diferente.
Dentro del grupo de alto riesgo de desarrollar formas graves de la enfermedad figuran las personas de 50 años o más, los inmunosuprimidos y las embarazadas: deben recibir una dosis de refuerzo contra el Covid si han transcurrido 6 meses desde la última dosis aplicada.
Esto es independiente de la cantidad de refuerzos recibidos previamente y respetando el intervalo mínimo de al menos 4 meses desde la última dosis. El 3 de mayo el Ministerio de Salud había informado que -según el registro federal de vacunación- 9.314.083 personas de 50 años o más no habían recibido una dosis de refuerzo en los últimos 6 meses.
Para tener una idea de lo que eso significa en términos de remontar la cobertura, basta saber que entre fines de enero y el presente el total de dosis aplicadas en el país contra el Covid (para todos los grupos etarios) fue inferior a los 2 millones.
Las personas menores de 50 años con comorbilidades, el personal de salud y el considerado con una función estratégica se incluyen en el grupo de riesgo medio de experimentar enfermedad grave o muerte por Covid. Para ellos la recomendación es que reciban un nuevo refuerzo a los 6 meses de la última dosis aplicada, y posteriormente continúen recibiendo un refuerzo anual.
Las personas consideradas con bajo riesgo de tener complicaciones son aquellas menores de 50 años sin comorbilidades, que también tienen disponible de manera gratuita la vacuna de refuerzo y se recomienda que la aplicación sea anual.
La intención oficial es que la gente se aplique en el mismo momento que se va a vacunar tanto la dosis contra el Covid como la vacuna contra la gripe. Esto es, aquellos que se encuentran en los grupos vulnerables que necesitan inmunizarse contra el virus de influenza.
A pesar de que el peligro del Covid bajó, todavía es una enfermedad no comparable en su peligrosidad con la gripe. En lo que va del año el coronavirus en su versión Ómicron ha dejado 252 muertes, mientras que en todo el año pasado la gripe (que marcó un récord histórico de casos) arrojó 143 muertes.
Si se compara el promedio diario de decesos por influenza en 2022 y lo que sucede ahora con el Covid “debilitado”, da que cada cinco días hubo 8 muertes por Covid, mientras que en la peor epidemia de gripe de la historia hubo 2 muertes cada cinco días. El Covid, en esta comparación arbitraria, cuadruplica la incidencia letal.
Cuando la Organización Mundial de la Salud dio por terminada la pandemia advirtió que la “guerra” no estaba ganada y que había que seguir vigilando de cerca el escenario epidemiológico del virus. Actualmente, la OMS se encuentra supervisando dos subvariantes de Ómicron que podrían ser más contagiosas pero al parecer no más agresivas.
Se trata de la XBB.1.16 (popularmente bautizada “Arcturus”), notificada hasta ahora en 49 países y con un crecimiento sostenido. En la semana 13 representaba el 4,9 por ciento de todos los casos analizados mientras que en la semana 17 ya trepó al 11,6 por ciento.
La otra subvariante de interés para la OMS es la XBB.1.5, informada en 110 países, pero que a pesar de tener por ahora una mayor incidencia se encuentra en baja: pasó del 51,9 por ciento en la semana 13 a 43,8 por ciento en la 17.
En la Argentina, la pobre y desactualizada información sobre secuenciaciones de muestras indica que la subvariante XBB tiene una participación minoritaria en el universo total de casos, dominado por BQ.1 (popularizada como “Perro del infierno”). Aunque en función del déficit de datos reinante en ese sentido, dicha afirmación debería ser tomada con pinzas.