Ya comenzaron los estudios previos para poder avanzar en la coordinación.
En la mayor discreción -como es habitual en el Vaticano- la Santa Sede comenzó a hacer los estudios previos con vistas a la organización de la visita del Papa a la Argentina, que en principio sería en los primeros meses del año que viene tras el receso veraniego. Además de que su viaje entró entonces en la cuenta regresiva, la novedad es que además de Uruguay -como se preveía- su itinerario también incluirá el sur de Brasil, probablemente San Pablo y el cercano santuario de la Virgen de Aparecida.
Fuentes de la curia romana le confirmaron a Clarín el inicio del proceso en la secretaría de Estado del Vaticano -el organismo competente-, que deberá desembocar en el anuncio oficial de la visita, la fecha y el detalle del programa y que se descuenta que se hará antes de fin de año. El proceso comenzó luego de que Francisco dijo en marzo en varias entrevistas que dio a medios argentinos con motivo del décimo aniversario de su pontificado que quería venir a la Argentina.
Una visita frustrada
En esas declaraciones, el pontífice afirmó que se había proyectado su visita para fines de 2017 y que iba a repetir el periplo que hizo Juan Pablo II en 1987, o sea, incluyendo a Chile y Uruguay. Pero precisó que el proyecto se frustró porque en diciembre había elecciones en el país trasandino -los papas no viajan a países inmersos en procesos electorales- y que enero era un mal mes para venir por ser un tiempo de vacaciones. “Así que visité Chile y Perú”, completó.
No obstante, la secretaría de Estado del Vaticano le desaconsejó en los últimos años a Francisco venir a la Argentina porque consideraba que había caído en la grieta -se le adjudica haber simpatizado con el kirchnerismo- y que todo lo que hiciese y dijese (o dejara de hacer y de decir) sería motivo de controversia. Entonces, concluían, su visita en vez de ser una contribución a la unidad de sus compatriotas como él desea iba a atizar las divisiones.
En los últimos meses Jorge Bergoglio empezó a tener definiciones fuertes respecto de su país que algunos observadores consideraron que fueron para “despegarse” del kirchnerismo, pero en la Iglesia creen que fue para dejar en claro su prescindencia partidaria y así descontaminar políticamente su viaje. En rigor, su relación con Alberto Fernández está muy deteriorada y tampoco terminó bien con Cristina Kirchner.
De hecho, el Papa sorprendió en enero durante una entrevista con una agencia de noticias norteamericana al expresar su preocupación por la extendida pobreza y la alta inflación en su país debido, dijo, a “las malas administraciones”. En tanto, el mes pasado -en un mensaje a un encuentro sobre minoridad realizado en Paraná- denunció la “dramática magnitud” de la pobreza entre los menores.
Lo que más impactó fue su reciente revelación de que el gobierno de Cristina había presionado a los jueces para que lo condenaran por delitos de lesa humanidad en la causa ESMA tras un campaña del periodista Horacio Verbitsky en la que lo acusaba de haber “entregado” a la última dictadura a dos sacerdotes jesuitas que se desempeñaban en una villa porteña y por lo que fue absuelto.
A su vez, en el libro “El Pastor”, de reciente aparición, niega ser peronista. Señala que ese rótulo se debe a que cuando era superior de los jesuitas en en el país, a comienzos de los ‘70, en la Universidad Del Salvador -fundada por su orden religiosa- tuvo una fuerte presencia la organización Guardia de Hierro. Además, dice que en Roma recibe a todos, sin importar su filiación política.
Un mensaje para el 25 de mayo
Ahora, Francisco tiene previsto este 25 de Mayo conectarse con la sede argentina de Scholas Occurrentes, en la villa 31 de Retiro, con motivo del décimo aniversario de esa institución católica que brega por una educación inclusiva y con valores bajo su impulso. ¿Formulará en esa ocasión otra definición con voltaje político que la coincidencia con la fecha patria torna propicia?
Paralelamente, los cien obispos de todo el país comenzaron a desplegar una estrategia de promoción de la búsqueda de consensos entre los frentes electorales ante los grandes desafíos que afronta el país y que conlleva la necesidad de que tras las elecciones baje la tensión política, lo cual redundaría en un mejor clima de convivencia para cuando venga Francisco.
En su última asamblea plenaria, realizada en abril, los prelados decidieron sumar a las exhortaciones públicas una propuesta a los dirigentes de una serie de “pautas básicas para la construcción de consensos” que encargaron a la Comisión Justicia y Paz, formada por católicos especializados en ciegas políticas, económicas y sociales, y que difundieron la semana pasada.
Entre otras cosas, allí propone acordar cuestiones básicas como el combate a “la corrupción en todos los niveles” y el fortalecimiento de “la transparencia e independencia del poder judicial respecto del poder político”, en medio de las causas que involucran a ex funcionarios y a Cristina Kirchner, condenada en primera instancia, y el juicio político a la Corte que impulsa el oficialismo.
También incluye “trabajar por la dignidad de todas las personas, en particular los más pobres y débiles, cuidando la vida desde su inicio hasta su fin natural”. e “implementar políticas de desarrollo sustentable y estabilidad económica, estimulando la generación de trabajo digno” y “facilitando las inversiones necesarias”.
Además, señala la necesidad de “fortalecer y extender la educación (…) libre de toda ideología reducida”, de “incrementar el cuidado de las personas que sufren problemas de adicción” e “intensificar la lucha contra el narcotráfico y la trata de personas, ampliando la protección a las mujeres”, entre otras pautas.
Su bien parece difícil, sino imposible, que los frentes electorales, enfrascados en la competencia electoral, puedan siquiera comenzar mínimos contactos con vistas a avanzar en un diálogo en pos de los grandes acuerdos, la Iglesia cree al difundir ahora las pautas que el objetivo debe estar presente en la campaña.
El tercer intento
Será la tercera vez que la Iglesia tratará de entusiasmar a los candidatos. Lo hizo en las dos últimas elecciones presidenciales reuniéndose con los principales aspirantes que expresaron su acuerdo, pero que al llegar al gobierno la desecharon pensando que solos podían sacar el país adelante.
Los obispos apuestan a que el hecho de que la crisis se profundizó a tal punto que sin los planes sociales más de la mitad de los argentinos es pobre y que la inflación anual supera cómodamente el cien por ciento, sumado a la inseguridad, haya generado una mayor toma de conciencia entre los políticos.
Pero el gran obstáculo es una grieta creada por el kirchnerismo y a la que contribuyó Mauricio Macri durante su presidencia. Grieta en la cual el propio Francisco cayó, lo que dificultó su venida al país. Habrá que ver entonces si tras las elecciones mejora el clima político, se avanza en los consensos y el Papa los “bendice” en su patria.