21 de noviembre de 2024

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San Martín y su compleja historia de amor con Remedios de Escalada

San Martín y su compleja historia de amor con Remedios de Escalada
El casamiento de la pareja, en un dibujo de autor desconocido.

Cada 17 de agosto nos invita a repasar la vida del prócer máximo de la Argentina. Uno de los aspectos más interesantes de su vida privada es el matrimonio con esta joven, que tuvo un capítulo importante en Mendoza.

Esa mujer me ha mirado para toda la vida”, le dijo José de San Martín, en una carta, a su amigo Mariano Necochea. La aludida dama de mirada eterna era, en realidad (y para nuestros cánones actuales) una niña. Se llamaba María de los Remedios Carmen Escalada y su destino había quedado sellado con esa mirada con la que cautivó a quien, a la postre, iba a convertirse en una de las figuras centrales de la historia nacional y sudamericana.

Para los argentinos, cada 17 de agosto resulta una invitación para repasar los aspectos salientes del prócer máximo de nuestro país, y protagonista de hechos fundamentales para la conformación de la Argentina. Sin embargo, su papel como esposo y la historia de amor con Remedios de Escalada no es el tópico más visitado.

Una de las razones de este conocimiento fragmentario y poco recurrente en los libros de la vida de San Martín tiene que ver con el hecho de que sobre ese aspecto de la vida privada no abunda la documentación.

Óleo José Gil (de Castro), 1818.
Óleo José Gil (de Castro), 1818.

Por ejemplo, no queda muy claro dónde José y Remedios cruzaron las miradas. “Se dice que fueron a una misa y en la iglesia, San Martín vio a la Remedios y se quedó prendado”, cuenta Susana Villegas Marcó, titular de la Asociación Pro Glorias Mendocinas (institución centenaria formada por descendientes de las patricias mendocinas). Lo que sí está claro es que todo sucedió muy rápido.

San Martín, que había vivido desde los 6 años en España y desarrollado allí una carrera militar, había regresado en marzo de 1812 a la Argentina. Tenía en mente volverse contra el Imperio, justamente, y desarrollar planes de independencia. “Llegó en el mismo barco que Carlos María Alvear y su esposa, que era española. Alvear tenía relación con la alta sociedad de Buenos Aires y a través de él participó luego en tertulias en la casa de los Escalada”, apunta Villegas Marcó. Y resalta: “Dicen que San Martín era muy atractivo físicamente. Tocaba la guitarra y bailaba muy bien. Era muy seductor y se ve que conquistaba al ‘mujeraje’”.

La conquista de San Martín terminó siendo una joven, una niña casi, muy particular, y madura para sus 14 años. “Doña Remeditos, como se la conocía, era para la época de la Revolución de Mayo una de las jovencitas más distinguidas y afamadas de Buenos Aires, junto a su hermana María de las Nieves de Escalada y su hermanastra María Eugenia de Escalada, quienes junto a Doña Tomasa participaron tempranamente en la causa de la revolución a través de la donación de dinero, joyas y oro para adquirir fusiles para las tropas patriotas y de cuyo acto patriótico daba cuenta la Gazeta Ministerial del Gobierno de Buenos Aires en su edición del 26 de Junio de 1812″, explica a su vez el docente y ensayista Juan Marcelo Calabria.

Miniatura realizada en Mendoza en 1817 por el artista francés Charles Durand.
Miniatura realizada en Mendoza en 1817 por el artista francés Charles Durand.

Si se supone que, por su porte, el militar con acento andaluz era muy atractivo, no menos lo era la bella Remedios. De hecho, incluso, ya estaba noviando. Calabria recuerda: “Para esa época la joven Remeditos de 14 años se encontraba de novia y comprometida, por acuerdo de sus familias, con el joven teniente de Patricios Gervasio Dorna, de 22 años de edad, militar formado en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas, hijo de una de las familias importantes y ricas de la ciudad”. Pero la mirada “para toda la vida” de la joven lo cambió todo: “Con la llegada del Coronel José Francisco de San Martín al Río de la Plata aquel noviazgo quedaría trunco y Doña Remedios se enamoraría perdidamente del recién llegado y maduro oficial español”, confirma Calabria.

El amor de Remedios por San Martín no se condecía con el rechazo de la familia de la dama. Como cuenta Villegas Marcó, “la madre de Remedios, Tomasa de la Quintana, consideraba a San Martín un advenedizo y no era lo que buscaba para su hija. No se fijaban en otros aspectos que hoy valoramos en el héroe, y eso que en ese entonces ya tenía un nombramiento importante en el cuerpo militar”.

Como fuere, pocos meses después, el 12 de septiembre de 1812, Remedios José contrajeron matrimonio. Si, como decíamos, para los ojos actuales el matrimonio entre un militar maduro de 34 años recién llegado de España y una mujer-niña de 14 se ve extraño, no menos extraña fue la relación posterior, marcada por los distanciamientos más largos que la convivencia y las mudanzas. También la alegría. Y la tragedia.

La luna de miel fue muy breve, porque a San Martín le habían encargado el mando del Regimiento de Granaderos a Caballo, y el 3 de febrero del año siguiente ya estaba combatiendo en San Lorenzo. No tenía mucho tiempo para dedicarle al matrimonio”, reconoce la presidenta de Damas Pro Gloria.

La entrega del General a su plan independentista terminó de cuajar cuando, tras los combates en el Norte, se dio cuenta de que había que actuar de otra manera. “San Martín pide la gobernación de Cuyo porque entiende que desde acá podría preparar un ejército para atacar Chile y luego Perú por el mar, porque la pelea por el Norte no iba a funcionar”, confirma Villegas Marcó.

“Es acá en Mendoza donde el matrimonio puede vivir algún tiempo de mayor plenitud”, dice al tiempo la estudiosa de la vida de San Martín, en referencia a la llegada de él y su esposa en 1814. “El papel que jugó Remedios fue muy importante para la inserción de él en la sociedad mendocina. Se hizo amiga de las señoras de Luzuriaga y de Corvalán, participó en las tertulias, y formó parte del grupo de mujeres que, se supone, terminaron confeccionando la Bandera de Los Andes”, explica Villegas Marcó.

Por si fuera poco, Mendoza también fue escenario del nacimiento de la única hija del matrimonio, Mercedes, el 24 de agosto de 1816. Sin embargo, San Martín era muy afecto al trabajo y comenzó a preparar la campaña libertadora, así que llegó un momento en que su esposa vivía en la casa de la calle Corrientes de la actual Ciudad (donde funciona el Museo Casa de San Martín) y él pasaba los días en El Plumerillo. “Suponemos que llegaba en caballo por lo menos los domingos a visitarla”, explica la Dama Pro Gloria.

Una vez que el Libertador parte a la campaña que lo lleva a Chile y a Perú, Remedios, sola y enferma (arrastraba una tisis), vuelve a su casa paterna en 1819, en un viaje de Mendoza Buenos Aires cuya custodia estuvo a cargo del General Paz.

Casi cuatro años más tarde, en Perú, San Martín toma conocimiento de que su esposa está enferma y decide regresar. Como cuenta Villegas Marcó, “sin embargo, necesitaba algunos permisos. Primero llegó a Mendoza y se instaló en Barriales, donde pasó dos meses. Luego, partió a Buenos Aires. Pero no llegó a tiempo”.

Y es que, vencida por la tuberculosis, Remedios falleció el 3 de agosto de 1823 a los 25 años. En sus últimas palabras, dicen, pidió por la presencia de su marido.

Sobre la pareja hay muchos rumores. Se dice que él tuvo amantes, como una viuda de Mendoza a la que dejó pertenencias, o su sierva, la Jesusa. De Remedios también se ha comentado que tuvo amoríos con algún subalterno de San Martín. Pero no hay pruebas”, asegura Susana Villegas.

A pesar de todo, para la Dama Pro Gloria, hay un aspecto insoslayable. “Cuando San Martín queda viudo tenía 45 años. Poco después se retiró del ejército, viajó a Europa, se instaló en Francia y cuidó denodadamente de su hija Mercedes. Pero hasta su muerte (el 17 de agosto de 1850) nunca volvió a formar pareja, algo raro en un hombre sano y de su edad”, dice. “Eso puede ser una señal clara de que, para San Martín, Remedios de Escalada fue su gran amor”, completa.

No parece una hipótesis descabellada. Aunque para San Martín la gesta libertadora tal vez fue su principal preocupación, la mirada de aquella dama (él lo sabía) fue para toda la vida.

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