Las características de un líder que sorprende al mundo por su forma de ser. A la gente le importa cómo son sus ídolos fuera de la cancha, dejemos de ser hipócritas.
Sin quererlo y si así fuera jamás lo admitiría, Lionel Messi cada vez se aleja más la imagen que había definido Diego Maradona, que tenía que tener un capitán de la selección argentina de fútbol si quería salir campeón. El Diego nunca lo escribió ni lo dijo, sólo con sus actitudes iba tallando en piedra el perfil.
Messi hizo lo suyo también al transitar con un andar cansino por la cancha cuando perdía, cuando no se enojaba con los referís cuando cobraban mal, cuando no puteaba. Sin dudas su frase “Qué mirá bobo”, fue la gota que colmó el vaso para convencernos de que algo de lo que había instalado Maradona era un aspecto a considerar. Y así apareció un Messi que no dejó de ser Messi, pero que la seguridad que adquirió lo hizo avanzar en otras cosas extra futbolísticas y más relacionadas con ese liderazgo que no está en los bolazeros libros de coaching.
Messi es familiero, muy, pero muy amigo de sus amigos, una muestra de lo que hizo por el Kun pidiendo que estuviera en la concentración en Qatar es sólo una pequeña muestra.
No imaginamos a Lionel peleado con gente de su equipo personal de trabajo como le pasaba reiteradamente a Maradona, el caso Coppola es el más emblemático. Tampoco alejado de sus hijos y mucho menos envuelto en un sin número de escándalos con distintas novias o tapando problemas de dinero.
El Diego era otra cosa, tuvo otra vida, otro entorno también. Nos dio muchas alegrías, tantas que ya no tiene sentido repetirlas. Pero también nos hacía enojar y mucho, tanto en la cancha como afuera. A la gente sí le importa cómo llevan sus ídolos su vida. Maradona era más soberbio, tenía un séquito que al final se demostró que era de ficción, si tenemos en cuenta en la soledad en la que murió, algo que será extremadamente difícil que le suceda a Messi.
Silvio Alberto es el enólogo principal de Bodegas Bianchi, la que elabora el vino de Lionel Messi. Luego de tener algunas charlas, Alberto todavía no puede creer la humildad del campeón. El hombre trabaja y ha tratado con personas de mucho dinero, relaciones y poder. Jamás pensó cruzarse con el santafesino, además no le gusta el fútbol, pero quedó hechizado.
Messi sorprende con la pelota, con su humildad, con el respeto por sus emociones, con sus ganas de jugar dos partidos un fin de semana para que ninguno de sus amigos se sienta ofendido porque no estuvo en sus despedidas del fútbol. El que tiene ganas de comer churros en Santa Fe y le pide a su mujer que los compre donde siempre los compran.
Desde hace seis meses, cuando Messi salió campeón del mundo y logró el título que más quería y le faltaba, la figura de Maradona, sin minimizar sus logros, comenzó el proceso de achicamiento, pasó lo increíble, pasó a ser oxidable. La de Messi se agigantó, logró lo que el Diego había ganado y más. Pero además, como vivimos en otra época e importan distintas cosas, Messi calza perfecto en el tipo de liderazgo que hoy exige la humanidad por los enormes cambios que hemos transitado en los últimos años.