22 de noviembre de 2024

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Christiaan Barnard: Hombres que volaron alto dejaron huellas muy profundas

Christiaan Barnard: Hombres que volaron alto dejaron huellas muy profundas
Hace 50 años, Barnard asombró con el primer trasplante de corazón

Barnad ya está en la historia de la Medicina. Fue un verdadero precursor. Nuestro país tuvo el honor de ser el segundo país de América donde se realizó un trasplante exitoso, aunque el paciente sobrevivió poco tiempo. Lo efectuó el recordado doctor Miguel Bellizzi.

Un 3 de diciembre de 1967, se realizó el primer trasplante de corazón en la historia de la medicina.

Louis Washkansky, comerciante sudafricano de 55 años, ingresó al hospital de Ciudad del Cabo afectado de esclerosis cardíaca, mal que no le dejaba ninguna esperanza de vida.

El hombre conocía su próximo fin y escuchó con interés la propuesta del cirujano Christiaan Barnard:

-”¿Estaría dispuesto a ser el primer receptor del mundo de un trasplante de corazón?”.

Washkansky no tenía nada que perder y dio su autorización. Poco tiempo después, una mujer de 25 años, sufrió un accidente automovilístico e ingresó al hospital en agonía. Murió a las pocas horas y su familia consintió que fuera la primera donante de un corazón.

La operación duró 5 horas; hacia el final de la misma, un electroschok puso en marcha el corazón de la mujer dentro del pecho del hombre.

Aunque el receptor sobrevivió solamente 18 días, su caso abrió nuevas perspectivas a la medicina.

El Dr. Barnard, tenía en ese momento 45 años. Se había preparado durante 7 años en los dos países más avanzados en Cardiología: Rusia y Estados Unidos.

Para los cirujanos de todo el mundo la intervención pionera de Barnard fue una señal de largada.

Apenas tres días después, médicos de Nueva York trasplantaron en un bebe un corazón ajeno, aunque el niño falleció pocas horas más tarde.

Y 5 años después, en 1972 un avance crucial, con el descubrimiento de la ciclosporina, permitió sortear el gran impedimento de este tipo de operaciones: el rechazo inmunológico.

A partir de allí, la medicina de los trasplantes tomó un impulso inesperado. Hacia mediados de los años 90 la tasa de supervivencia se incrementó hasta alcanzar un 85 % de sobrevivientes, un año después de la operación. Y un 70 % seguían viviendo todavía cinco años después.

Hoy el promedio de sobrevida de los trasplantados es de 12 años.

Solo en nuestro país se implantan anualmente cerca de 100 corazones.

Sus intervenciones tenían muchas críticas de tipo religiosos y racial. Pero Barnard sabía que un microbio puede empujar una calumnia y un gigante no puede detenerla. Y tenía –humano al fin- dos flancos débiles.

El primero, su respeto al prójimo.

En su país, Sudáfrica, regía el “appartheid” esa aberración que menoscaba a las personas por su color.

Él introdujo en su quirófano enfermeras mestizas-uno de sus pecados-, cuando esa tarea era asignada sólo a enfermeras blancas.

¿Pero cuál era su otra desventaja?. Pues que separado de su mujer, teniendo él 46 años se casó con una bella compatriota de 19 años.

Separado nuevamente y teniendo ya 62 años se casó con una modelo de 20 años.

Confesaba que no era un hombre puro frente al sexo femenino, pero aclaraba que valoraba la pureza. Sabía que en la lucha contra el instinto mueren todos los Quijotes.

A comienzos de 1983. Teniendo 61 años, una severa artrosis en sus manos, le indicó que debía dejar la cirugía. Y lo hizo con dolor. Pero Barnard ya está en la historia de la Medicina.

Fue un verdadero precursor. Nuestro país tuvo el honor de ser el segundo país de América donde se realizó un trasplante exitoso, aunque el paciente sobrevivió poco tiempo.

Lo efectuó el Dr. Miguel Bellizzi de 41 años y lo realizó en Lanús, en el Gran Buenos Aires. Fue el trasplante número 19º en el mundo. Un logro argentino, sin duda, que se efectuó solo meses después del primer trasplante.

Y llegó un 2 de septiembre de 2001. El Dr. Barnard estaba de vacaciones en la isla griega de Chipre. Cuando, un infarto abatía definitivamente el corazón de un hombre que salvó cientos de corazones y que no pudo salvar el propio.

Y un aforismo final para Christian Barnard que no solo tuvo ideas; sino que también tuvo ideales.

“La obstinación por un ideal inmuniza contra los fracasos”.

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