La vitivinicultura nacional enfrenta señales de alerta que no se pueden pasar por alto. Se necesitan nuevas estrategias para poder sortear la tormenta.
La aceleración de la caída del mercado interno y también del mercado externo, este último con bajas del 29% en vinos y del 61,2% en mostos, prende serias señales de alerta en el sector
De pronto, la cosecha con el volumen más bajo del que se tenga registro ha dejado de ser un problema.
Referentes del sector aseguran, que “ya quedaron en el pasado los comportamientos de principio de temporada. No había ventas y los precios no tenían techo”. Los datos de consumo y ventas al exterior han comenzado a marcar otro ritmo.
Información difundida por el INV indica que, de continuar el ritmo de ventas como en los últimos 12 meses, el stock técnico rondaría los 5,2 meses, es decir, en un delicado equilibrio.
Si la comercialización de los últimos 12 meses cae un 10% en total, el stock al 1 de junio de 2024 sería de 7,3 meses. Asimismo, si esa baja es del 15%, el stock estaría en 8,5 meses.
En tanto, la misma simulación pero para el caso de los mostos muestra datos aún más preocupantes.
Es que las exportaciones vienen muy mal, hay remanentes y el conflicto con Estados Unidos ha tenido su impacto.
Por lo tanto, un referente de San Juan, esta semana se mostró muy preocupado por la comercialización de ese producto.
“El impacto ya no solo es por la caída de las ventas, sino también tendrá un efecto rebote en los stocks y en los precios de la próxima temporada”, sostuvo claramente preocupado.
Esta afirmación resuena con fuerza, ya que nos encontramos en la mitad del año y, en ausencia de cambios en la macroeconomía que favorezcan el balance final de los exportadores, los resultados para ese producto podrían ser sumamente perjudiciales.
Las previsiones hablan por sí solas. Pero la difusión de estos números debería servir tanto para que la oferta como la demanda trabajen para lograr sus objetivos.
La retracción del consumo como consecuencia de la pérdida del poder adquisitivo comienza a plantear desafíos.
Ante el desafiante escenario que se presenta y la escasez de herramientas para enfrentar la tormenta, es momento de adoptar nuevas estrategias, cuestionarse qué aspectos se pueden mejorar y evitar seguir haciendo las mismas acciones esperando obtener resultados diferentes.