En la Cumbre de la CELAC los tres co-presidentes argentinos no se cansaron de hacer papelones. Menos mal que la política en serio apareció de la mano de un conductor como Lula y la institucionalidad republicana fue defendida por los uruguayos en particular.
Son las paradojas de la historia, cuando nos presidía Raúl Alfonsín, la izquierda argentina decía “Patria mía, dame un presidente como Alan García”. Falso héroe nacional y popular que después se hizo neoliberal y terminó suicidándose en el mismo momento en que lo iban a meter preso por corrupto. Mientras que Alfonsín cada vez es más respetado por todos, incluso por esa izquierda que quería a Alan García.
Sin embargo, parece que la consigna de ayer se cumple hoy aunque con otros nombres porque la Argentina necesita políticos en serio, como aquellos pocos rescatables que se mostraron en la Celac y alrededores... Lula, Lacalle Pou, el “Pepe” Mujica. Pero pasemos a contar la historia que comienza con la cantidad de delirios que los tres políticos que hoy copresiden la Argentina desplegaron en estos días en política interna e internacional mientras se desarrollaba el simposio.
Como dice el chiste en las redes, Alberto Fernández al presidir la reunión de la Celac agradeció “la presencia de Chávez en la Cumbre de las Américas”. Esos bloopers perdonables por el nerviosismo, no obstante simbolizan las barbaridades que la Argentina oficial cometió en esta semana aciaga en que recibimos a toda América en nuestras tierras, y no pudimos con nuestro genio. O con nuestra falta de genio.
Alberto le dijo a un medio brasilero que la inflación más que una realidad es una lógica “autoconstruida” por los argentinos que como creen que los precios van a aumentar, por eso aumentan. Algo así como la sensación de inseguridad de Aníbal.
Luego mandó a su impresentable secretario de derechos humanos. Horacio Pietragalla, a denunciar en la ONU que en la Argentina no se respetan los derechos humanos. Los representantes de los otros países no podían creer lo que oían: un funcionario gubernamental denunciando la violación en su país de los derechos humanos. ¡Una autodenuncia! pensaron todos al unísono. Pero no, el gobierno denunciaba a la Corte Suprema de Justicia y a los medios de prensa de violarlos, como si ellos fueran la oposición y los jueces y medios el verdadero poder. Una especie de Estado paralelo, como dice Cristina. Las autoridades de la ONU no dudaron un instante de lo que realmente estaba pasando y entonces le respondieron con apenas un par de palabras: “respeten la independencia de poderes, che”. “Estos tipos deben creer que como no somos argentinos, somos estúpidos”, tienen que haber pensado.
Mientras, el presidente habría la Cumbre de la Celac con una nueva teoría política: que las dictaduras son democracias si son de izquierda.
Además, ordenaba a los legisladores serviles (incluyendo los massistas) un juicio político contra la Corte denunciada en la ONU queriendo imitar al Néstor Kirchner que echó al asumir, a los jueces menemistas, aunque Alberto sabe que no tiene la menor posibilidad de lograrlo, pero como “lo que importa es la intención” quiere quedar bien con Cristina a fin de que le permita presentarse a la reelección a pesar de que su único votante sea el perrito Dylan según las encuestas más fidedignas.
El Alberto nestorizado tiene competencia. Sergio Massa es otro nestorcito que cómo hacía el expresidente pingüino, provocó a los uruguayos diciéndoles “hermanitos menores”, lo que dio lugar a todo tipo de respuestas cuasi humorísticas por parte de las autoridades orientales al comparar los datos económicos del hermanito menor con los del hermanazo mayor. También, decidió copiar al Néstor que le pagó cash todo lo que le debía a largo plazo al FMI cambiando una deuda con el imperio de bajisimo interés por una nueva deuda con el chavismo revolucionario de altísimo interés. Massa creyó que haciendo un pago de mil millones de dólares, bajaría la inflación y el dólar. Lo cierto es que siguieron subiendo las dos y perdimos una barbaridad de reservas para absolutamente nada. Aunque las malas lenguas dicen que más de un amigo empresario de Massa están contentos con la medida porque fue hecha “a la medida” de ellos, como casi siempre suele hacer el superministro de Economía.
Cristina por su lado, hizo sus propias nestorizaciones, convocó una cumbre paralela a de la CELAC (parecido a cuando Néstor organizó al mismo tiempo y en la misma ciudad la Cumbre de las Américas con Bush y la Cumbre de los pueblos contra Bush). Ella quería que todos los presidentes la fueran a ver a su reinado en el Senado para que le rindieran pleitesía en vez de asistir ella al evento continental, como correspondería. Varios presidentes fueron pero ella esperaba en realidad a uno solo. A Lula, que le hizo notar el rigor no yendo. Con la cual hasta la Cumbre paralela de la nestorcita resultó un fiasco. Los nestorcitos no pegan una. Hacen mal las cosas que Néstor hizo mal y también hacen mal las cosas que Néstor hizo bien.
En realidad todo lo que hicieron los argentinos por sí solos en la CELAC resultó un fiasco. Menos mal que vino Lula y salvó de la intrascendencia a ese intrascendente encuentro. Porque Lula no le dice que no a nadie, ya que con él vuelve la política en serio a América Latina, como las veces anteriores en que fue presidente y supo ser admirado por Obama y por tantos otros debido a sus buenos gobiernos y a su confiabilidad política, aunque también apoyara regímenes indefendibles como sigue haciendo ahora.
Así como los uruguayos son los garantes de la institucionalidad en este continente corroído por democracias frágiles y por dictaduras bananeras que se dicen revolucionarias que son defendidas por los progre-populistas de la región, exceptuando a la nueva izquierda de los Boric y los Petro que por ahora no están haciendo buenos gobiernos pero a nivel internacional son sensatos y ubicados.
Fueron todos ellos los que le dieron una pátina de sensatez a tantos delirios esbozados por el trío copresidencial argentino.
El más realista fue el Pepe Mujica: cuando Lula fue a visitarlo a su chacrita en Uruguay, criticó duro la moneda única estilo euro que los argentinos le propusieron al brasilero: “Con la Argentina hay un acuerdo para poder comprar y vender con nuestro dinero. ¡Pero no lo cumplimos!”, remarcó Mujica. “Y ahora queremos hacer una moneda continental”. Para lapidar a los delirantes con una frase genial plena de sabiduría: “Enseguida nos vamos a la cosa grandiosa, queremos un banco central... ¡Un banco central para América!”.
Fue quizá lo más brillante de esta semana de chiflados: le dijo a Lula que si los argentinos no pueden ni siquiera concretar un modesto y mínimo acuerdo monetario con Uruguay, no deberían hablar de gestar el euro latinoamericano. En vez de la cosa grande hagamos primero, aunque más no sea, las cosas pequeñas, le insinuó a un Lula ultra comprensivo que por supuesto piensa igual que el Pepe aunque no pueda decirlo.
Igual de brillante fue su rival interno, el presidente Lacalle Pou que criticó la presencia en la CELAC de países que “no respetan ni las instituciones, ni la democracia ni los derechos humanos”. No hagamos una Celac ideológica, afirmó. Y a los “hermanos mayores” argentinos los comparó con Disneylandia. Que eso es lo que somos, el país de las maravillas donde no queda ni una maravilla salvo tres copresidentes que sumados no llegan ni a uno, tal cual lo demostrado esta semana con la inflación autoconstruida, las hermanos menores, las dictaduras democráticas o las cumbres paralelas en el Senado.
Pero Lula es un político que se aguanta todo porque como dice el escritor español José Ortega y Gasset en su estudio sobre la naturaleza del verdadero político: “Este no aceptará a ver la realidad intima de los demás, solo percibirá de ellos su facción utilizable. ‘Yo no puedo excomulgar a nadie decía Mirabeau, en realidad todo me parece bien, los sucesos, los hombres, las cosas, las opiniones, todo tiene un asa, un agarradero’”.
Lo mismo decía Perón, con quien, al igual que con Lula, uno puede discrepar con sus gobiernos y con sus ideas o no, pero ambos sabían de lo que se trataba el genio político, una virtud actualmente extraviada en estas tierras argentas alejadas de la mano de Dios y también de los buenos conductores.
Continuando a Ortega y Gasset, en su manual de conducción política el General Perón sostenía que “el sectarismo es la tumba de la conducción en el campo político”. Y peor cuando al sectarismo se le agrega el oportunismo de los que se creen Lula, Perón o incluso Néstor Kirchner, pero hacen todo al revés.
Es cierto que Lula le dice a cada uno lo que quiere oír pero aunque sepan que a todos les dice lo mismo, igual todos le creen. Porque lo dice para conducirlos y no para quedar bien con todos como hacen Alberto o Massita que simplemente mienten por oportunismo y por eso nadie les cree. Es la diferencia entre un estadista y un par de acomodaticios.
Además, Lula es confiable porque su política interna fue seria en lo económico y también en lo institucional. Aunque lo hayan metido preso no pretende eliminar la división de poderes guillotinando a su Corte. No hizo nunca de Brasil ni una dictadura bolivariana ni un bolsonarismo de izquierda ni un kirchnerismo populista ni siquiera el modelo boliviano de razonabilidad económica pero con autoritarismo político. Lula respeta el Estado de Derecho. Y su política internacional es la brasilera histórica, la del país que siempre se propuso ser un gran imperio. Donde el apotegma de que en política internacional no hay amistades permanentes sino solo llos intereses permanentes del país, se cumple a rajatabla.
Así como hay un imperio en el Norte de América, los brasileros a través de toda su historia y todos sus gobiernos siempre quisieron ser el imperio de Sudamérica. Los argentinos, con Sarmiento, también quisimos ser los Estados Unidos del Sur, pero no tanto en su faz imperial sino en la republicana. La gran República del Sur, seguir a los yanquis en el modo en que construían sus instituciones. Nos interesaba más cómo funcionaba constitucionalmente EEUU, que cómo la hacía con su política internacional.
Hoy la auténtica institucionalidad republicana y liberal (sean sus gobiernos de izquierda o de derecha) en América Latina la representa Uruguay, mientras que Lula es la continuidad de la política internacional brasileña permanente aunque a veces la cubra con un manto ideológico para disimular ante los progres su sentido imperial. Nosotros, en cambio, sólo guardamos resentimiento con los EE.UU. por no haber podido lograr los sueños alberdianos y sarmientinos de ser tan grandes como ellos tanto en lo económico como en lo institucional. La gran República del Sur que alguna vez estuvimos a punto de ser, pero que dejamos olvidada en algún rinconcito del ayer.
Lula tiene genio político, aunque este genio venga junto a todos los vicios que Ortega y Gasset señalaba en los políticos. No es en lo esencial corrupto pero tolera al lado suyo a compañeros corruptos y negocia con opositores corruptos. Le dice a cada cual lo que quiere escuchar pero no por oportunismo sino porque le quiere sacar a cada uno lo que necesita de él. No es ningún santo, como no lo es ningún político, pero sabe conducir masas. Negocia con el campo “oligarca” y lo defiende, no se pelea como hacemos nosotros con la gallina de los huevos de oro. Ni inventa enemigos entre sus adversarios porque siente que los necesita a todos, o que tarde o temprano va a necesitar a todos los brasileros. Su corazoncito de izquierda lo hace ser más tolerante con los dictadores de un lado que con los del otro y eso no está para nada bien, pero salvo los extremistas tipo Bolsonaro o Trump, el resto de la derecha lo siente un izquierdista confiable. Como decían los imperialistas yanquis de los dictadores latinoamericanos de derecha: “son unos hijos de p… pero son nuestros hijos de p… “. Con su corazoncito de izquierda pero imperial brasilero Lula piensa para sí mismo algo parecido de los Maduro o los castristas: “son mis hijos de p… "
Lula es un es un ex revolucionario que se hizo demócrata, no como los K que nunca fueron ni revolucionarios ni demócratas en serio, apenas la pátina de ambos. Los K tienen afinidad ideológica en serio con esa caterva de impresentables de izquierda como son Cuba, Venezuela y Nicaragua. Y hasta firman pactos con Irán porque Chávez les dijo que el enemigo de mi enemigo (o sea EE.UU.) es siempre mi amigo. A esos dictadores los K no los utilizan como hace Lula ni los critican como lo hace la nueva izquierda latinoamericana que reniega del progre-populismo como Boric o Petro aunque provengan de allí. Por el contrario, se dejan utilizar por ellos. Y nada más lejos los K del institucionalismo uruguayo que por centro derecha o por centro izquierda (porque allá no hay extremos) siempre defienden la República y la libertad como hizo Lacalle Pou , de lejos el gran tribuno de esta Cumbre de la CELAC.
Esta América Latina en general tan fallida busca en Lula a alguien que le pueda dar orientación internacional al continente perdido abriéndolo al mundo con su poderío imperial y su pragmatismo internacional. Por eso, aunque no fuera dependiente u obsecuente de ellos ni mucho menos, tanto Obama antes como Biden hoy ven en Lula al más confiable de los latinoamericanos aunque si el brasilero debe negociar con China o con cualquier otro país lo hará con entera libertad. Nadie lo siente propio pero todos lo sienten confiable. Mientras que cuando Alberto le propone abrirle las puertas de América Latina a Rusia a días de su invasión a Ucrania, no le cree ni el mismo Putin y se gana el desprecio del resto del mundo. Nadie siente confiable a Alberto por más que se quiera pegar a Lula en todo.
De cualquier modo, que los K estén tutelados por Lula es positivo. Para que le saque un poco del sectarismo a Cristina. Y así como es negativo que Alberto sea títere de Cristina, no está tan mal que lo sea de Lula, porque títere (lo demuestran tres años y pico de seudo presidencia) nunca dejará de ser. El problema es de quien. Y entonces mejor que lo sea de Lula.
* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar