El candidato busca evitar la dispersión política. Cristina sigue en silencio y Alberto Fernández se mete más de lo esperado.
“El mayor desafío que tiene Sergio (Massa) es lograr que todos le encuentren un sentido para jugar a fondo en la elección”. Ni el prolongado y sugestivo silencio de Cristina Kirchner, ni las apariciones erráticas del presidente Alberto Fernández. Tampoco la decisión de los gobernadores de no sumarse al pago del bono que dispuso a nivel nacional o los constantes zigzagueos de los intendentes que le cortaron la boleta en las PASO.
Aunque no se trata de detalles menores, el problema que debe resolver el candidato a presidente de Unión por la Patria, en boca de uno de los dirigentes que más lo conoce, tiene que ver con la dispersión en la que quedó sumido el oficialismo después de la elección y que propicia un escenario incierto de cara a las generales y, en especial, el día después.
Si bien en el massismo se encargaron de aclarar que “nada cambió” en la estructura y que el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, sigue al frente de la campaña, el repliegue del kirchnerismo tras las PASO fue evidente.
El silencio de Cristina Kirchner, recluida en el Senado y abocada a su agenda judicial, alimenta las especulaciones. Para algunos dirigentes del Frente Renovador esa actitud de la vicepresidenta contribuye para trazar una campaña “más parecida a la de Massa 2015″ que a la de las PASO. Pero hay otros que por lo bajo alertan que los K se quieren despegar del candidato.
Con Alberto Fernández ocurre lo contrario: el massismo quiere que aparezca lo menos posible, pero el Presidente, a pesar de que ya se lo hicieron saber, no pierde oportunidad para inmiscuirse en la campaña. El último capítulo fue la semana pasada, cuando anticipó el paquete de medidas que el ministro de Economía haría el fin de semana.
En el comando de campaña estallaron y algunos le reprocharon a la portavoz presidencial Gabriela Cerruti por su desliz: “Díganle que se calle por favor”, fue uno de los mensajes (más correctos) que recibieron en el entorno presidencial. Hubo otros no tan sutiles y que incluyeron duros exabruptos.
Contra los peores pronósticos, con una inflación en alza tras la devaluación, Massa intenta mostrarse optimista en el camino a octubre y dice estar convencido de que en la elección se confrontarán dos modelos: el del libertario Javier Milei, al que considera “inviable” para la Argentina, y el que encabeza en la boleta de Unión por la Patria, con un rol clave del Estado.
Balotaje y el temor del “día después”
En el imaginario del tigrense no hay más opciones y, en consecuencia, la posibilidad de quedarse fuera del balotaje no es mencionada por su círculo de confianza, porque entienden que Milei captará “voto útil”, pero no le alcanzará para ganar en primera vuelta.
Pero no todos piensan igual. El escenario de un triunfo de Milei o de una definición entre el libertario y Patricia Bullrich, que deje al oficialismo -y a Massa- afuera de carrera es contemplado cada vez con más frecuencia entre los dirigentes que no juegan su partido en octubre. Los reparos de los gobernadores e intendentes a pagar la suma fija a sus empleados es un buen termómetro de ello.
“Si el 23 de octubre no hay balotaje, va a ser muy difícil la Argentina hasta diciembre. Es lógico que cada uno cuide su presupuesto”, dice un mandatario de los que no pagarán la suma fija.
El temor al “día después” a las generales se propala especialmente entre los que tienen acuerdos por obras hechos con Nación. Como las transferencias están “pisadas” desde hace meses, muchos distritos asumieron los pagos para que no se detuvieran las tareas en plena campaña electoral. Incluso, para recuperar esos fondos, algunos le dejaron saber a Nación que podrían asumir el pago del bono con ese reintegro. Dicen que un gobernador tuvo suerte y se subió a la movida.
Pero el problema con la campaña en las provincias data de la ruta rumbo a las PASO. Hubo, como contó Clarín, problemas de coordinación y logística que entorpecieron los armados, ya afectados por la decisión de la mayoría de los mandatarios de desdoblar las elecciones provinciales. El diagnóstico en el búnker de Unión por la Patria es que en al menos cuatro de las 16 provincias en las que se impuso Milei, el oficialismo podría haber hecho pie si hubiera contado con un mayor empuje de los gobernadores.
Eso explica la reunión que Massa y los gobernadores acordaron para la próxima semana. “Está todo bien con ellos, hay que mirar hacia adelante”, sintetizó un estrecho colaborador sobre los motivos de la cumbre.
Con los intendentes, es un capítulo aparte. Los alcaldes que ya cortaron la boleta de Massa en las PASO descuentan que en octubre no tendrán margen para hacer algo diferente. Si bien en la provincia de Buenos Aires Milei terminó tercero, la incidencia que tuvo en los barrios populares de distritos de la primera y la tercera sección electoral encendió las alarmas. La preocupación del oficialismo radica en un fenómeno que advierten distintas consultoras a las que contrataron: tras las PASO, la intención de voto del libertario siguió creciendo, en especial en esos sectores.
En ese contexto, lejos de alinearse, los intendentes recurrirán al reparto de boletas para salvar sus distritos. “Va a ser un sálvese quien pueda”, se justifica uno de ellos ante Clarín.
Es una sensación que se extiende a partir de un fantasma que sobrevuela en el oficialismo: el temor al día después a las generales. “Si llega al balotaje, Sergio va a quedar muy débil y esto se va a poner complicado, pero no se puede ni decir en la campaña porque nadie vota a perdedor”, resume un legislador con amplio recorrido en el kirchnerismo pero que milita “con todo” por la candidatura de Massa.