Emilio Ocampo (ex Citibank, Chase Manhattan y Morgan Stanley, en una entrevista con el diario El Cronista, asegura que el prócer siguió órdenes británicas, no creía en la autodeterminación de los pueblos americanos y se deshizo de sus detractores.
Habla con entusiasmo. Pero sin perder la compostura, ni el flemático tono de su voz. Elegante en gestos y palabras, es un hombre espigado, con porte caballeresco. De 53 años, luce su cabello entrecano, corto y con patillas ligeramente crecidas que le confieren aura de prócer. Labios pequeños, al igual que sus ojos, enmarcados por un entrecejo sutilmente fruncido que le imprimen cierta suspicacia a su mirada. Casi, ideal para la audacia con la que lanza algunas afirmaciones. “San Martín no fue el Padre de la Patria ni el Libertador de América , asegura, temerario.
Se llama Emilio Ocampo. Economista de profesión –con una prolífica carrera en la banca de inversión; ocupó altos cargos en entidades como Citibank, Chase Manhattan, Salomon Smith Barney y Morgan Stanley, tanto en Nueva York como en Londres–, es historiador por vocación y elección.
Lo que comenzó como un pasatiempo –su investigación acerca del protagonismo que jugó Carlos María de Alvear en la guerra con el Brasil– se plasmó en un libro, el primero de 7, publicado en 2003. Sin embargo, fue su tercera obra, ‘La última campaña del emperador’, la que marcó un punto de inflexión, para él y para la comunidad académica. El texto, que narra el plan americano de Napoleón Bonaparte y su influencia en el proceso independentista de las excolonias británicas y españolas, fue reconocido por la International Napoleonic Society.
La idea le surgió cuando, durante la investigación del libro anterior, halló la riqueza enterrada en los Archivos Nacionales del Reino Unido. “Leyendo los informes de los agentes británicos en esta parte del mundo, empecé a descubrir una historia que no tenía nada que ver con la que me habían enseñado , explica. Una historia que, precisamente, no sacraliza a José Francisco de San Martín, el ‘Santo de la Espada’.
“Si, en 100 años, uno quiere saber qué pasó en Irak, debe buscar en los archivos de la Casa Blanca. Eso fue lo que hice: investigué en los archivos británicos, donde se definía un ajedrez global del cual éramos una pieza más , define. “Y, a eso, San Martín lo tenía clarísimo. Es más: fue el personaje histórico más coherente del proceso revolucionario. Desde el primer día en el que llegó hasta el que se fue, sostuvo lo mismo: que estos pueblos no podían regirse por sí mismos. La democracia era una utopía; había que buscar ‘a los demonios de afuera’ para que nos gobiernen. Impulsó todos los proyectos monárquicos que se plantearon en el Río de la Plata, en Chile y en Perú, que fueron la búsqueda de un protectorado , amplía.
Sobre la mesa ratona, posan sus dos últimos trabajos: ‘Entrampados en la farsa’, de 2015, y ‘La independencia argentina’, de fines del año pasado. La tesis central del segundo –al que define como un “subproducto del primero– es que la distorsión del pasado resulta efectiva para servir a los fines políticos del presente.
En esa manipulación, sigue, define un hito: el “mito sanmartiniano , surgido a partir de la historia de San Martín que escribió Bartolomé Mitre, escrita en 1869 y editada dos décadas después. “Alberdi habló de la ‘historia vanidosa’: una en la que se ensalza y se busca alimentar la vanidad de los argentinos. Hacerles creer que tienen una excepcionalidad. Que son un pueblo, prácticamente, elegido por Dios para una misión especial. Toda esa excepcionalidad se centra en lo militar. Y, particularmente, en un personaje central: San Martín , explica.
Mitre, avanza, eligió escribir sobre dos personajes históricos, Belgrano y San Martín, que –no casualmente– no tuvieron descendencia política. Lo que es lo mismo que decir que él buscaba presentarse como el heredero de ese linaje patriótico. En tal sentido, el mito sanmartiniano le era crucial. “¿Cuál es el mito? El del Libertador de América y el Padre de la Patria. Tiene connotaciones muy importantes. Si uno es el Libertador de América, ya, de por sí, mira a los demás países desde otro escalón. Alimenta un poco más la idea de excepcionalidad y superioridad, algo que, a los argentinos, se les critica desde tiempo inmemorial , indica.
Con el correr del tiempo, ese mito ganó fuerza, peso cultural en lo que Ocampo define como “visión provinciana de la historia . Sobre todo, por lo útil que le resultaba (resulta) a lo que Ocampo define como “el caudillismo populista autoritario , en cuya visión hay un pueblo explotado, que necesita un líder fuerte que lo defienda de la perversidad de los opresores extranjeros y sus aliados locales, fundamentalmente, la oligarquía apátrida.
Derrumbando mitos
“Desde que tenemos uso de razón, se nos martilla con que tenemos un Padre de la Patria. Ese es un personaje ficticio , arremete Ocampo. ¿Por qué? “Primero, San Martín no fue el responsable de la independencia argentina. La independencia lo precedió. Se originó en 1810 y se declaró en 1816. En gran parte, porque San Martín no quería ir a Chile sin que se la hubiera declarado. Si no iba como jefe de un ejército de un país independiente, España lo consideraría un reo, un traidor. Habría ido directamente a la horca, de haber sido capturado , responde.
“Después, desde que tenemos uso de razón, nos dicen que su genialidad fue haber descubierto que la mejor manera de llegar al Alto Perú, que era la región más importante, poblada y rica del Virreinato del Río de la Plata, era a través de Chile. Cuando uno lo mira, se da cuenta de que eso es un absurdo. ¿Cómo la forma más indirecta es la mejor? , plantea. ¿Qué respuesta encontró? “Sólo puedo conjeturar. De lo que sí tengo pruebas es que San Martín no fue a Chile sin consultar con los británicos. Y, para ellos, Chile, que tenía 11 puertos sobre el Pacífico, era mucho más importante que el Alto Perú , responde.
Ocampo cuenta que, una vez que venció a los godos en Chacabuco, en vez de perseguirlos y aniquilarlos, retornó a Buenos Aires. “Los historiadores argentinos nunca explicaron por qué , apunta. “Lo hizo para conferenciar con su amigo, el Comodoro Bowles, para que le dijera qué pasos debía seguir , dispara. Como Bowles, en ese momento, no estaba en la aldea, San Martín se reunió con el cónsul británico, Robert Staples. “Él escribió a Londres e informó que San Martín le había dicho que Chile sería un país independiente. Y que, además, le pidió que se le comunique en forma privada qué camino debía seguir porque no quería desandar sus pasos , devela Ocampo. “Los historiadores argentinos quisieron darle todo tipo de interpretación benigna a esto. Que, claramente, es un pedido de instrucciones de San Martín al Gobierno británico , remata.
Juan Martín de Pueyrredón, entonces Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, aceptó la propuesta de San Martín de libertar Chile, siempre y cuando, cumpliera con tres condiciones, subraya Ocampo. La primera, que Chile, ya liberado, enviara dos diputados al Congreso, que ya se había mudado de Tucumán a Buenos Aires. La segunda, que Chile reembolsara al Gobierno de Buenos Aires unos 2 millones de pesos de la época por los costos incurridos en armar su expedición libertadora. Y la tercera, que, una vez derrotados los españoles, firmara una acuerdo para que se retiraran al norte del Desaguadero. “Es decir, que evacuaran el Alto Perú. ¿Cuál de estas tres órdenes cumplió San Martín? Ninguna , enfatiza.
“Si San Martín fue el Padre de la Patria, nos dejó cuando más lo necesitábamos: cuando había que formar un país. Echar a los españoles era un tema. La mitad de la revolución, como decía Alberdi. La otra era construir una nación, un país, instituciones. Y faltó eso: justamente, lo que hizo George Washington en los Estados Unidos , puntualiza. A Washington, agrega, se le reconoce más eso que su gloria militar. “Por eso, en los Estados Unidos, no hablan de un ‘Padre de la Patria’, sino de ‘Los Padres Fundadores’: siete civiles y un militar que, además, se ganó ese lugar por su acción de combate pero, más, por su participación cívica , contrasta.
“No se trata de criticarlo a San Martín, sino de ponerlo en el lugar correcto , matiza el autor su crítica al prócer de Yapeyú. A lo largo de la charla, su interlocutor no puede evitar preguntarle en qué medida esa visión acerca del Libertador –está claro que, para él, no fue tal– está influenciada por ser un descendiente de Carlos María de Alvear, rival íntimo, casi enconado, de San Martín y a quien, además, la historiografía argentina –y, en particular, los revisionistas– eligieron como su villano favorito.
“Si quiero buscar en mi árbol genealógico, también tengo parentesco (no directo) con Pueyrredón. Tengo parentesco directo con Rosas. Soy descendiente directo de Manuel Aguirre, que fue agente de Pueyrredón en los Estados Unidos y el primer embajador argentino en ese país. Lo soy del General Benito Nazar, que peleó en la batalla de Ituzaingó bajo las órdenes de Alvear , minimiza. “Obviamente, hubo un interés mío inicial por entender la figura de Alvear. Pero, que haya sido o no un traidor, no me cambia. Si me llamara ‘Emilio Alvear’, tal vez, sí. Pero, como no llevo el apellido, no tengo ningún beneficio particular , agrega, acerca de su interés en reivindicar al “héroe maldito de la historia oficial.
“San Martín tiene sus huellas digitales en todo lo que pasa de ambos lados de la Cordillera entre 1815 y 1821. Fue un tipo que nunca tuvo problemas en deshacerse de personajes a los que consideraba peligrosos. Y se deshizo de varios. Entonces, lo que yo planteo es una revisión. Soy revisionista en serio, no esa caricatura del mitrismo que fueron los otros revisionistas , retoma. “Cualquiera puede estar en desacuerdo conmigo. Está en todo su derecho. Pero, si quiere debatirme, que lo haga con opiniones fundadas. Todas mis conclusiones están basadas en fuentes documentales sólidas , desafía, con la experiencia de haber hurgado archivos británicos, franceses, españoles, brasileños y uruguayos en sus espaldas.