25 de noviembre de 2024

Logo
Logo

Arranca el primer ensayo clínico con cannabis medicinal para ver sus efectos en chicos con autismo

Arranca el primer ensayo clínico con cannabis medicinal para ver sus efectos en chicos con autismo
Cannabis medicinal,

Lo realizará un equipo médico del Hospital Gutiérrez. Buscan saber si provoca mejoras en el comportamiento, el sueño y la interacción.

La investigación del cannabis medicinal en autismo avanza a paso lento en el mundo, aunque con resultados prometedores para tratar síntomas primarios y secundarios. En la Argentina, hay personas que ya lo utilizan, apoyadas en una red de asociaciones y familiares que comparten experiencias, recetas y logística. Ahora, por primera vez, la ciencia argentina buscará generar evidencia científica que los avale.

Un equipo médico del Hospital Gutiérrez se prepara para iniciar el año próximo el primer ensayo clínico del país que estudiará el cannabis en niñas y niños diagnosticados con Trastornos del Espectro Autista (TEA) de entre 5 y 13 años con este espectro. Sería, a su vez, el segundo ensayo clínico de cannabis en pediatría que se hará en el país.

El último fue realizado por el Hospital Garrahan en 2018 y constituyó un hito en la región, al representar el primer estudio en Latinoamérica que aportó información clínica clave para apoyar el uso del cannabis medicinal para niños con epilepsia refractaria, la condición médica más estudiada en torno al uso terapéutico de la planta.

Muestras de aceite de cannabis en un laboratorio de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de La Plata. Foto Archivo / Mauricio Nievas

El investigador Adi Aran, de Jerusalem, quien en 2017 dirigió el primer ensayo clínico del mundo con cannabis en niños con autismo, comenzó a estudiar esta aplicación tras conocer los resultados de ensayos clínicos del uso de cannabis para tratar convulsiones en niños, muchos de los cuales además tenían algún TEA.

“La epilepsia afecta a entre un 20 y 30 por ciento de los niños autistas”, explicó Aran. Los papers que se publicaban no solo confirmaban mejoras para la epilepsia sino que indicaban que se veían mejoras en el comportamiento. Fue lo que lo motivó a comenzar a investigar el tema.

El ensayo con cannabis del Hospital Gutiérrez

Para el investigador principal del estudio que se realizará en el Hospital Gutiérrez, Gabriel Kunst, la relación de la epilepsia y los TEA abrió en el mundo una oportunidad de oro. No hay que olvidar el estigma que pesó sobre la planta que hizo que hasta fines de 2020 la ONU clasificara a la marihuana en su lista de drogas más peligrosas del mundo, junto a la heroína, y también la reticencia mundial a probar su utilidad en psiquiatría.

“El consumo de cannabis está asociado con mayor desencadenamiento de cuadros psicóticos, pero lo que hoy se ha visto es que no provoca un trastorno psicótico ni produce síntomas psicóticos severos. Los casos que se presentan son en una población muy predispuesta, en la que surgen síntomas que hubieran aparecido de todas formas”, explica Kunst.

Psiquiatra de niños y adolescentes, además de director de Investigación en el Instituto Universitario de Salud Mental de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, Kunst explica a Clarín que el ensayo clínico ya obtuvo aprobación del Comité de Ética del Hospital Gutiérrez y tendrá modalidad doble ciego, con placebo.

Estudiará los posibles efectos terapéuticos de una fórmula de CBD y THC –en una proporción 20:1– sobre una población de al menos 100 niños, que además de contar con diagnóstico de TEA, no deberán haber probado antes tratamientos con cannabis.

Se observará mediante entrevistas con los niños, padres, cuidadores y docentes, la potencial mejoría o no sobre el comportamiento, sueño, interacción familiar y con pares, la frecuencia e intensidad de ciertas reacciones. “Hay algunas, como la ira, que son lo más difícil de gestionar y alteran mucho el equilibrio familiar”, comenta Kunst.

Resultados prometedores en comportamiento social

Según un estudio de open label –donde los participantes conocen el medicamento utilizado– realizado en Israel sobre 82 pacientes pediátricos en un tratamiento de 6 meses y publicado en la revista científica Nature en septiembre de 2022, los niños y adolescentes con TEA tratados con cannabis rico en CBD exhiben “importantes mejorías”, especialmente en su comportamiento social, considerado dentro de los síntomas primarios o centrales del autismo.

Esto ya había sido estudiado en el único ensayo clínico de doble ciego y controlado con placebo dirigido por el ya mencionado Aran en 2021 y publicado en la revista científica británica BioMed Central (BMC) sobre una base de 150 niños y adolescentes de Israel de entre 5 y 21 años, en un tratamiento de 3 meses con cannabis.

Sin embargo, el estudio de 2022 demostró que las mejoras en habilidades para la comunicación no solo eran percibidas por los padres, sino que fueron posibles de medir mediante evaluaciones clínicas.

Ansiedad y sueño

A esto se suman los posibles efectos medicinales sobre síntomas comórbidos, como la ya muy estudiada epilepsia refractaria. “Se ha visto que el cannabis funciona bien en trastornos de sueño y ansiedad, por lo que se esperaría que también pudiera hacerlo con niños con TEA”, explica Kunst y aclara que “hay buenas perspectivas de eficacia sobre lo que se conoce por otros estudios”.

Por ejemplo, en un estudio de Israel de 2017 se encontró una mejora del 60 por ciento en cuanto a trastornos del sueño en niños con TEA, según cita el último informe publicado en 2019 por BMC sobre la evidencia científica disponible en la utilización del cannabis para el tratamiento de autismo. El insomnio o los desórdenes para dormir tienen una prevalencia de entre el 40 y el 80 por ciento de esta población, según explica el informe.

Kunst se entusiasma con la posibilidad de comenzar el ensayo. “No es que se espera que cure el autismo, sino que mejore la calidad de vida en el corto o en el largo plazo. Al cannabis se lo suele llamar ‘medicamento ahorrador’, y en psiquiatría eso es muy importante, porque hoy tenemos muy buenos recursos terapéuticos pero como este tipo de trastornos son crónicos traen problemas en el largo plazo”.

También implica la posibilidad de dar evidencia científica para apoyar a las familias con niños y/o adolescentes con TEA que ya están tomando decisiones vinculadas al tratamiento con cannabis.

La Academia Nacional de Medicina de la Argentina destacó esta semana la importancia de los “estudios aleatorizados controlados contra placebo, preferentemente con diseño doble ciego” para evaluar los medicamentos a base de cannabis y recordó que, hasta el momento, los organismos regulatorios internacionales e investigadores independientes “solo hallaron limitada utilidad” para “un número escaso de patologías”.

Entre ellas, mencionaron el tratamiento de náuseas y vómitos asociados con la quimioterapia del cáncer, el dolor neuropático y espasticidad asociados con esclerosis múltiple y la epilepsia refractaria severa de la infancia, patología para la que sí señalaron que sí existe más evidencia.

“Me sonrió por primera vez”

El caso tal vez más conocido es el de Valeria Salech, fundadora de la organización civil Mamá Cultiva y una de las máximas impulsoras de la ley de Cannabis Medicinal, sancionada en 2017, que hace 8 años usa la planta para tratar el autismo y la epilepsia de su hijo Emiliano, de 16 años.

El chico tenía ocho años, cuando un día Valeria se quedó sin la medicación para la epilepsia. Un conocido le regaló una resina hecha de cannabis y decidió probar. “Yo buscaba que mi hijo no tuviera convulsiones, pero nunca imaginé lo que iba a pasar”, relata a Clarín por teléfono.

“Emiliano era un nene que estaba desconectado de su alrededor. Le pasaban animales al lado y no le llamaban la atención. Nunca respondió a su nombre, al punto de que cuando era bebé yo pensaba que podía ser sordo. El primer día que toma la resina, pasa media hora y cuando lo llamo por su nombre, me mira y me sonríe, como con picardía”, recuerda como si no hubiera pasado el tiempo.

Fue el día que supo que “iba a seguir usando cannabis” para siempre, el momento que le cambió la vida. Empezó a conectarse con otras madres que ya lo usaban, nació Mamá Cultiva, militó una ley que legalizara el uso terapéutico y hoy no para de organizar cursos para seguir haciendo crecer la red y colaborar con otras familias.

“El cannabis no va a curar el autismo. Nadie va a dejar de tener autismo por tomar cannabis. Lo que logra es que la persona viva el trastorno con menos intensidad y que quienes viven a su alrededor puedan acompañar con más tranquilidad”, explica.

No es poco. “Los autismos son comportamientos obsesivos exacerbados y permanentes. A algunos les da por movimientos repetitivos, otros tienen episodios de agresión, al no poder controlar las emociones, y el cannabis lo que hace es aplacarles esa compulsión, logra que tengan un poco más de concentración o que puedan dormir, y eso hace que nosotras, que vivimos en un estrés constante, bajemos”, asegura.

Salech destaca también la importancia de cultivar y preparar los aceites: “El autismo es muy amplio, hay personas que tienen vida normal, van a la universidad o trabajan, y otras con retrasos madurativos más importantes. Tener una variedad de plantas, es necesario”, explica.

Otro beneficio, asegura, es cómo cambia la dinámica y el ambiente familiar al estar más activo en el trabajo con el cannabis, desde la siembra a la cocina. “Cuando cultivás cannabis, pasás de la impotencia al empoderamiento, lo que cambia la manera de cuidar a tu hijo y a la vez cambia la relación con esa persona”.

COMPARTIR NOTA