Inflación: no descartan que haya meses con dos dígitos

Inflación: no descartan que haya meses con dos dígitos
Remarcación de precios.

Es ciertamente un trabajo duro, podría decirse insalubre, ser portavoz de un gobierno que no pega una y viene decididamente barranca abajo como el que manejan o desgobiernan Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa. Pero por muy grandes que sean los compromisos con los mandantes, nunca está demás un poco de decoro, algo que huela diferente a la política de la manipulación permanente.

Ha sentenciado la portavoz Gabriela Cerruti sobre el sacudón inflacionario del 7,7% que hubo en marzo: “La mayoría de los análisis nos muestran que este fue el peor momento y que comenzó una tendencia a la baja que esperamos ver reflejada próximamente”.

Matías Tombolini, secretario de Comercio. Foto: Web

Los datos concretos dicen, para empezar, que el 7,7% fue el registro más alto en 20 años y los análisis advierten sobre los coletazos de un proceso descontrolado y el riesgo de pasar a algún índice mensual de dos dígitos, o sea, de entrar decididamente en el túnel del tiempo.

Y si vamos a la tendencia verdadera no a una imaginaria, hace rato que las cifras del INDEC apuntan hacia arriba y no a la baja, como lo prueban estadísticas bien de este tiempo.

Se puede arrancar con el 7,8% de enero-marzo de 2020; continuar con el 13% del mismo período de 2021, el 16,1% de 2022 y, para cerrar, el 21,7% de enero-marzo de este 2023. La diferencia entre el número de partida y el número en el que estamos marca 14 puntos porcentuales.

Y si se prefiere la tasa anual, la secuencia dice: 36,1%; 50,9; 94,8% en 2022 y 104,3% entre marzo de 2022 y marzo de 2023. Ahora estamos hablando de una brecha de 68 puntos.

Así de empinada y cada vez más empinada es la curva que describe la inflación desde que el kirchnerismo volvió al poder. Y porque pega donde más duele, la muestra rotunda del fracaso del gobierno que presume de progresista salta en el impresionante 440% que acumula el costo de los alimentos en estos tres años y pico.

Inflación marzo

Ya está claro que capotó el ensayo antiinflacionario llamado Sergio Massa y que, de seguido, han quedado muy dañadas sus ambiciones presidenciales y ciertas expectativas de un tipo semejante que alentaba Cristina Kirchner.

En los ocho meses que Massa lleva al frente del Ministerio de Economía, el índice de precios aumentó 62,7% y pasó de largo al 53,8% de todo el 2019, o sea, al pico inflacionario del período macrista. Y eso de que a partir de abril el costo de vida empezaría con un 3% que sonaba a ficción, resultó finalmente ficción.

No hay manera de sacarse la pelota de encima, ni revoleo de culpas que valga, a esta altura de la película. Tampoco sirve buscar resguardo en la guerra de Ucrania y en la sequía propia, dada la magnitud, el recorrido y el color local que tiene el problema.

Estamos ante un caso de kirchnerismo rancio y puro de punta y de una derrota de los controles, de las trabas, los acuerdos y las vedas que se sucedieron unos tras otros desde que, en diciembre de 2019, Paula Español, una discípula de Axel Kicillof, se hizo cargo de la Secretaría de Comercio. Duró diez meses y la sucedió Roberto Feletti, otro gran regulador que renunció a los ocho meses de asumir.

Eso sí, semejante fiasco sembró deterioro y pérdida de ingresos a rolete, sobre todo entre quienes no tienen manera de defenderse y, por lo mismo, están expuestos a cualquier ajuste de los que siempre tiran para abajo. Justo ahí mismo, el fenómeno que pega fuerte en otros flancos luce funcional a las negociaciones con el Fondo Monetario, tal cual quedó remachado estos días.

Los controles de precios que no dieron resultado.

“Permítanme reconocer que, en la segunda mitad del año pasado, las autoridades argentinas han encaminado esfuerzos para desarrollar una gestión prudente y cumplir con las metas del programa”, acaba de decir Kristalina Georgieva, la formalmente amistosa jefa del FMI. Flores para Massa, en plena pendiente.

¿Y qué ocurrió en la segunda mitad de 2022? Ocurrió que el gasto público primario, sin computar intereses, cayó nada menos que 19,5% real, esto es, descontada una inflación por cierto considerable. Así, de un saque, el Gobierno puso la marcha atrás con el aumento del 12,4% que había impulsado durante el primer semestre.

Pasaron otras cosas que también explican la vuelta de campana. Entre ellas, el golpe a las jubilaciones y pensiones, que bajaron un 2,3% real y que, desprovistas de los bonos-remiendos siempre ocasionales, perdieron por 10 puntos porcentuales contra la inflación.

Otra explicación igual de fuerte fue el derrape del 9,7% de la Asignación Universal por Hijo, que ahora sólo cubre el 60% del costo de la canasta alimentaria de un niño. Y, al fin, los casi 25 puntos de ventaja que, en el año, le sacaron los precios a las llamadas prestaciones sociales, o sea, al paquete completo que incluye los planes.

“Sabemos que tenemos el compromiso del Gobierno de continuar afinando las políticas a la luz de las condiciones en las que se encuentra”, repiqueteó Georgieva después de encomiar las decisiones del segundo semestre de 2022.

El compromiso de afinar las políticas aparece clarito en datos del arranque mismo de 2023. En el bimestre enero-febrero, la bajada del gasto en la Asignación por Hijo es del 2,7% real; un 2% le tocó a las jubilaciones y pensiones y otro 2% a la cada vez más flaca Tarjeta Alimentar. Para el gasto primario total, el reloj de la máquina de podar marca 9,4%.

Según el arreglo con el Fondo vigente y renovado, el déficit fiscal de 2023 debe ser achicado en alrededor del 1,5% del PBI. Puesto en dólares, este ajuste representa unos US$ 9.000 millones y, a falta de ingresos suficientes, apunta directo al gasto. Otra vez sopa.

En palabras de Georgieva, esas son “las condiciones en las que se encuentra” el Gobierno, esto es, necesitado de cumplir sus compromisos. Sencilla y crudamente, porque, tal cual anda, a los tumbos, dejar caer el acuerdo significaría un cimbronazo fuerte a la estabilidad del denominado Plan Llegar.

Visto del revés, cuenta encontrarle sentido al mismo cuadro o quizás se lo encuentre en las contradicciones e inconsistencias que definen este modelo K.

Hay preocupación en el FMI por la situación de Argentina.

Es cosa harto probada que el acuerdo con el FMI no licua la desconfianza que el kirchnerismo despierta en el mundo donde se juegan esos tantos, ni ordena las expectativas, ni sirve para estabilizar la economía o funciona siquiera parecido a un ancla contra la espiral inflacionaria.

Nada hay de raro, entonces, en que luego de subir 9,8% en febrero el costo de los alimentos medido por el INDEC hubiese plantado un 9,3% en marzo. Esto es, 20% en un par de meses y justo en la variable que define la línea de indigencia y le pone el sello a los indicadores de la pobreza.

Previsible, las próximas mediciones marcarán aumentos sobre magnitudes ya elevadas y agravarán la situación social en zonas postergadas, si no definitivamente abandonadas por quienes gobiernan. Luz amarillo subido, tirando a roja, en el Conurbano bonaerense y sobre el corazón de la pregonada fortaleza K.

Algo similar en más de un sentido ocurre con los salarios de los llamados trabajadores informales, aquellos que orbitan en los márgenes del sistema laboral y que ya están en zona de pobreza. Según estudios de consultoras, han caído nada menos que un 35% real desde el pico de 2017.

Sólo para completar, un dato que bajo formas diversas aparece por todas partes.

Dice que 2022 coronó cinco años consecutivos de retroceso en los salarios reales promedio y adelanta que con 2023 serán seis. Nada que no se sienta.

COMPARTIR NOTA