El cumplimiento de la meta requiere un mayor endurecimiento de la política fiscal en el segundo semestre de este año, pide el Fondo entre otros recortes y subas de tarifas.
Apretado por los vencimientos de la deuda con el FMI, por la trepada de los dólares paralelos, la caída sin fin de las reservas del Banco Central y los rumores de devaluación, Sergio Massa buscó apurar un arreglo con el Fondo Monetario que calmara los vientos y lo sacara del sofocón. Sin esperar la última palabra del organismo, Massa anunció un preacuerdo.
Como quien conoce las telarañas que el ministro de Economía argentino acostumbra tejer, la conducción del FMI ordenó sacar un comunicado que bajó todo al nivel de un acuerdo entre los técnicos de ambas partes. Nada definitivo y sujeto, además, a la aplicación de una serie de políticas de ajuste y finalmente a la aprobación del Directorio Ejecutivo, que es igual a decir la última instancia y el poder político en el Fondo.
Simplificada, la conclusión es que falta bastante tiempo y unas cuantas definiciones de las fuertes hasta llegar al final de esta película.
Lo que Massa no pudo gambetear fue el pago de casi US$ 3.500 millones de una deuda de vencimiento inmediato. “Argentina no va a usar un solo dólar de sus reservas para pagarle al FMI”, alardeó en un intento por ponerle un matiz de soberanía nacional a la operación y a una relación que le resulta políticamente incómoda y que agita su frente interno.
Es cierto que no se tocó la caja del Banco Central, o lo poco que de verdad existe disponible en la caja del BCRA, aunque la salida que se eligió tampoco da para cantar el Himno Nacional.
Pasó, en realidad, que esa deuda se saldó tomando nueva deuda. Esto es, con un préstamo de la Corporación Andina de Fomento, con fondos de última hora aportados por Qatar y yuanes al 8,5% anual, caros y bajo condiciones reservadas provenientes de la ampliación del swap chino. Todo además de corto plazo, lo cual remite a la confianza que despierta el deudor.
Pero hay bastante más que dólares, para entretenerse y padecer luego de las PASO de este 13 de agosto. Amenazante, algo críptico, el menú aparece en el comunicado del Fondo Monetario y es puro ajuste.
En principio, salta la reafirmación del compromiso de bajar el déficit fiscal primario de este año (sin computar intereses de la deuda) al 1,9% del PBI. Contra el 2,6% que cantan hoy las cuentas públicas, la brecha da 0,7 puntos porcentuales que aunque no parece mucha significa muchísima plata: nada menos 1,2 billones de pesos o, si se prefiere, unos US$ 4.300 millones al tipo de cambio oficial.
Palabras del propio FMI: “El cumplimiento de la meta requiere un mayor endurecimiento de la política fiscal en el segundo semestre de este año”.
Por si no se entiende de qué se trata, datos de la Oficina de Presupuesto del Congreso cuentan el Gobierno ya acumula doce meses consecutivos con el déficit en caída: un 19,5% real, descontada la inflación, en el segundo semestre de 2022 y 9,8%, también real, durante el primero de 2023. El kirchnerismo ajusta pero no alcanza.
Otra del FMI: “Siguen siendo necesarios esfuerzos para contener el crecimiento de la masa salarial”. Luz roja para los estatales o conflicto en puerta: el Fondo puso la mira en el 124,6% nominal o el 8% real que aumentó el gasto público en personal en los seis primeros meses de este año, y mete presión.
Más del mismo menú, ahora con la necesidad de “actualizar las tarifas de la energía para reflejar mejor los cambios en los costos de producción”. ¿Actualizar, justo cuando llegan facturas con incrementos del 260, hasta del 400%? ¿O el Fondo apunta a los usuarios de ingresos medios que conservan gran parte de los subsidios?
También cayeron en la volteada los llamados programas sociales, como el Potenciar Trabajo y el Plan Alimentario. Mejor dicho, cayeron en la volteada que retratan desde el Congreso: desde el Gobierno se ha apresurado a aclarar que esas partidas van camino de agotarse y que serán reforzadas.
Se comprende: no es cuestión de rifar votos en cantidad y menos de los propios, cuando no son precisamente votos lo que sobra. Llegado el caso, se ajustará por otros lados y en aquellos lados donde el riesgo de protestas ruidosas es bajo.